martes, 28 de abril de 2020
libro: ÉBANO
Ébano
Marcela Predieri
Otros libros de la autora
Sangre de Amarras, ed Nuevo Milenio, 1989
Invierta un Hijo, Ed. Nuevo Milenio, 1991
La Pancarta, Ed Martín, 2000
Los Andamiajes del miedo, Ed Martín, 2002
Marcela Predieri: (Mar del Plata).
Es directora de la revista d Arte y cultura “La Avispa”
y fundadora de“DELAPALABRA” ¾Grupos De Estudio y Creación Literaria¾ www.delapalabra.com.ar
http://mpredieri.blogspot.com
Contacto: delapalabra@hotmail.com
Diseño de Tapa: Gustavo Fogel
fogelgustavo@hotmail.com
Permitida la reproducción -ya sea electrónica, radial, televisiva, mecánica, fotocopiado, grabado, xerografiado o cualquier otro medio- siempre que se cite el nombre del autor y la fuente. (Es más: se agradece)
Una Palabra Pre/Eliminar
La decisión de Marcela de no incluir prólogo alguno en su nuevo libro me llevó, como amigo, a preguntarme por qué. Decidí entonces hacerle esta pequeña entrevista -en un principio a destinada a “La Avispa” -revista de Arte y Cultura que dirige desde el año 2000- pero , una vez realizada, me gustó tanto que le rogué que la incluyera a manera de introducción. He aquí algunas de sus respuestas:
Marce, ¿éstas son palabras pre eliminar o post eliminar?
Es un libro post eliminar ya que de casi trescientos poemas –me causa gracia porque había jurado no volver a escribir- solo me quedé con lo esencial. Por eso no tiene un núcleo temático sino varias secciones que han sido tramadas hasta conseguir la unidad que quería para que conformara un poemario. Y también lo siento un libro pre eliminar porque intuyo que aún estoy a tiempo de tirar todo esto a la basura.
No creo que tanta sensibilidad puesta al servicio de la palabra deba ser arrojada a la basura… ¿Por qué considerás eso?
Es que este libro es un asco. El libro que jamás pensé publicar, que nunca quise escribir. Pero muchas veces la literatura nos pone otras almas, otras bocas en la mano, y en ellas somos, aunque duela, aunque avergüence, aunque sea regocijo esta pena de besarnos en la boca con la vida o con la muerte. ¿Por qué una va a ser mejor que la otra? ¿Por qué este libro va a serlo?
Hace cinco años que no publicabas a pesar de tener material para hacerlo ¿qué razones te llevaron a editarlo ahora?
Estaba creciendo demasiado, ya dolía; así que fue necesario extirparlo, como a un cáncer. Es curioso: cada mañana al despertar leo un cartelito que pegué hace años en el espejo de mi cuarto; dice “Yo no tengo ningún problema”; tal vez sea para creérmelo o para darme cuenta de una buena vez de que es cierto. No sé, lo dudo. Dudo. Por eso escribo poemas y no reflexiones metafísicas. La poesía es eso: “arder de preguntas”, por eso me decidí. Digo en un poema: “No voy a escribir / Voy a leer / a leerme y darme lástima” ¿No es terrible? Se puede leer un libro pero no se puede leer a una persona salvo que esté desnuda. ¿Desnuda un libro? Claro que sí, pero no al autor sino a los lectores que al fin al cabo son los protagonistas de lo escrito.
Entonces este libro desnuda mujeres… Porque es un libro que ronda la problemática femenina.
No sé si es un libro sobre las mujeres, creo que es apenas un poemario sobre mi mujer. Un libro que da miedo porque está escrito por una mujer a quien le cuesta reconocerse. ¿Sabés, Ale? Todavía me veo subida a los árboles de la casa de mis abuelas, con las rodillas sucias de tanto jugar a la pelota o en la vereda lavando el auto de papá… y siento más que nostalgia. De lo que estoy segura es que no es un libro para mujeres. Muchas se horrorizarían al verse descubiertas. Ya me pasó con Dadora, un extraño poema de Los Andamiajes del Miedo, que en un fragmento dice: Mujer fatiga y goce / purísima y barata / Mujer que sólo una mujer despedazada / que se reencuentra en todas ellas madre / un mendrugo de sí misma.
Te lo voy a confesar: definitivamente es un libro para hombres, pero no para que nos conozcan y entiendan; como dice el dicho: para que nos amen.
Sin embargo sé que la primera versión llevaba en la contratapa “Hombres abstenerse”…
Es la mejor manera de atraerlos, o ¿no?
A mí, por lo menos. Por favor, hablemos del motivo que me llevó a hacer esta entrevista. ¿Por qué no lleva prólogo? Para muchos hubiera sido un honor.
Vos me conocés, Ale. Siempre preferí un café con amigos a cualquier pomposa cena por compromiso.
Ahora en serio, Marcela ¿Por qué Ébano?
Es una madera dura, casi negra; tan pesada que no flota en el agua; muy resistente al choque. Los ebanistas la aman. Y estos son, sin duda, los poemas más oscuros que he escrito en la vida. Yo misma soy dura, me hundo tal vez con demasiada frecuencia, me encanta ir al choque de frente y mi poesía es, por cierto, nada clara. Pero así como el ébano tiene una veta alba, de rara belleza, realmente de luz, espero que este libro también la tenga.
Una última pregunta: ¿A quién dedicás este libro?
A la que no soy, porque como escribió Kundera en La Insoportable Levedad del Ser: “mis personajes son mis propias posibilidades que no se realizaron”
Yo agregaría que tus personajes también son la posibilidad de realizarse para muchos lectores. A veces, al leer alguno de tus poemas, siento que han sido escritos con desgarro pero también con mucha fiereza, como si nacieran desde lo profundo del útero. Te deseo toda la suerte con este libro, que a partir de ahora es nuestro.
A ustedes. Yo no voy a leerlo; a esta altura ya me tiene harta. Tal vez me dedique a escribir. ¿Otra vez sopa?
Alejandro Gómez
Mar del Plata
Noviembre 2007
afasia
nadie me verá de espaldas
Huérfana de cautela o ceremonias
voy hacia el génesis
No hay razón para maniatar al grito
atrincherar la verdad tras una mueca
ser escrupuloso títere del hambre
o un selecto imbécil del silencio
Por eso me rebelo
trasmuto con terquedad de hormiga
todo antiguo anonimato
La mano del juego comanda los destinos
y me invita a no irme al mazo
Hay cuatro barajas sin jugar
una es la muerte
imposibilidad
Puedo llagar mis brazos
lamer la humedad del sur
crispar mis senos al rocío
o recostarme sobre el polvo
Puedo abrir las ventanas
al grito encadenado de la corteza
y todavía no sangrar pájaro
Flecha en el carcaj
nonata
en la palabra primigenia
habré de acomodarme a mis muchas soledades
Me asola esta inicial
el moho que aparea mi tristeza
a los domingos
Me zurzo las manos
en vano intento de escribirte
Igual a otra vieja estación
las páginas en blanco
los rieles por andar
el tibio lenguaje de los ojos
quizás encallen
junto a los alfileres de la culpa
o el pasado
Quizás pueda tu retorno
Quizás coagule esta ciudad
en la bahía
identidad
Es una palabra de sexo femenino
cotidiana
simple como una taza
o la lluvia sobre las violetas de mi patio
Un sustantivo en fuga
lo sé
pero no lo hallo
Cierro los ojos
Tal vez me encuentre
el sigilo del fuego
Cercada por meridianos de silencio
miro aquel insecto que me ignora
que no sabe del peso de la muerte
Me consumo
él levanta vuelo
Tal vez haya algún error en los oráculos
o en mi página infecunda
en la brevedad de una copa
Aquel índice reconoce la cintura y el anverso
Duele soledad
tiembla ventana de la lluvia
La noche esfuma vapores de alcohol
El oleaje de la armónica
se eleva caricia y musgo
Más allá
la lentitud del espacio
un escapulario demasiado viejo para este hoy
tal vez demasiado pájaro
o demasiado tiempo
sea vislumbre aguja quizás queja
Tras un vientre encorsetado de palomas
esconde sus ojos traviata la cordura
¡Arqueen las sogas debajo de mis dientes!
que el viento no sepa
que el viento me guíe
que el viento no pueda
esclavo a los andenes
En los ojos de la tierra
gris se espeja el cielo gris
los celajes intentan trizas de altura
y callosas
las manos del muelle
reverberan la tarde al gemido de un tren
No hay ojos para la memoria de este cuerpo
que apuñala viento en su garganta
Escribo mi equipaje con soberbia de jacintos
en un suburbio ajeno a los perros y la noche
condición poética
La palabra esclava
pone sus pies
bajo el espejo de la memoria
Profano las escaleras
que lamen el muro del reino:
mi nombre
del pan hermano y del culto
un perfil en el rincón
que se suicida
hay dos frutas pudriéndose en el plato
De acuerdo:
no es imagen para empezar ningún poema
pero me miran desde su luz temprana
me provocan con su olor dulce
los rostros ajados
sus lunares
En ellas las simientes
Tal vez las arroje al baldío de la esquina
tal vez algún pájaro
En cambio en mí
el silencio no geminará
poesía
Una elección
un paso en falso
y esa eterna disposición a la tristeza
por qué el silencio me hace piel
Sueño que no ensueño
Me ofusco
no alucino
transfiguro
Transfiero los prejuicios
Intento una novela que rebele
que revele la rebelión que hay en el engaño
No finjo
Me aparezco apareada la espera
al afán de nuestro empeño
Y da tanto gusto darnos ánimo
aplaudirnos el esfuerzo
Pero no hay certeza
en un trapecio semejante
Convencete:
desde otra perspectiva
-la del ingenuo claro-
todo es cuento
también dogma y nomeolvides
tal vez no estemos listos
¿Y si no fuera el miedo
ni el gato negro de ningún ojo amarillo?
¿Si no fuera el temblor de los trapecios
ni la garganta seca de tu voz?
Si no fuera nada de eso
sino uña encarnada a la noche
pánico de ángeles imposibles
soles de hielo ante el aliento alucinado del mediodía
Es preciso desnudar los ojos
Lo sé
No es nuestra vocación a la pena
o a los pájaros en luto
Es reconocernos huérfanos
ajenos a la conformidad de las tumbas cotidianas
Por eso avanzamos
desgarbados de muros
rompe nieblas
capaces de cualquier hoy
No a ciegas
porque puede ser
que no seamos nosotros para el miedo
No sé
digo yo
sólo tal vez
demasiado
Habré de tomar el fuego con los dientes
y toda lengua que no conduzca
hasta el hartazgo del averno
Herida y mínima
como el miedo
no haré demandas
El dolor nos infecta
Es la estirpe
y me recuerda el tiempo en que yo también
fui mordida por primera vez
El lago tembló entonces
el trigo ya no florecería pan
aun retoza vejado de llanto
y muere de muerte natural
-tan naturalmente bella-
Hoy
al ver tu imagen en el quiebre de los espejos
porque con cualquier espejo
pueden labrarse las cuchillas
sabré correr
y cortar las sogas de esa cruz
que hace brillar la culpa de no poderte
de no poderme
Por eso
cuando los pies vuelvan a sangrar para siempre
y de verdad sobre los filos del poema
nos condenaremos como náufragos
contra y a favor de los muchos lobos que somos
de los muchos corderos
No puede ser de otra manera
y aun así
es casi nada
como nada
Ningún remedio puede pintarnos los ojos
que seguirán siendo huérfanos
como nosotros de nosotros
los malditos los mediocres
imbéciles de la palabra
que corrompemos con lunas los grises
y sólo nos sacia ese silencio capaz de masturbarnos
Ya no existen pecados
Podemos ser nunca más una apariencia
desvestirnos de las máscaras
o dejar de luchar
Te convoco a la ronda negra
porque no puedo dejar de rondarte
de rondarme
Yo lo he aprendido hace tiempo
aunque no sea fácil hacerse
contra la sonrisa vencida de las calles
Ya nada de berrear que de la poesía no hay regreso
siempre será vodka y miseria lo que urdas
No te vayas
No te asustes
También puede ser que lo que narres
sea otro cuento
mucho menos peligroso
de revoluciones
Cuatro vidas
trece féretros enfrentan la ausencia de las hojas
El ángel de la muerte golpea con su aroma a noche
lleva su carro o su cruz en sueños de suicidas
Como un campanario inútil al desierto
se empeña en atraer mi cuerpo de mujer
Me pregunto si andan descalzos los demonios
si mi boca no perece ya de tanto invierno
Hay un juego que no alcanzo a descifrar
un pueblo entre líneas
junto a cruces que surcan los eneros
pero el padre ha olvidado las plegarias
Es imposible bautizar otro río
con las ruinas de la costumbre
No hay pantano que cubra la memoria
La cobardía pesa
¿o es tu luto en mi garganta?
hay que ensuciarse los ojos
Es parte del entierro
estos brazos que por colgar pesan tanto
Gustavo Tisocco
Hay que ensuciarse los ojos
y ver sus cuellos que se arquean
a besar la muerte
Hay que mirarlos
como árboles amarrados a sus huérfanos
entre el polvo y las barajas
A ellos
de hembra alguna
que tienen precio de orgía
y abrasan en el agua
las huellas del deseo que saben mutilar
que sólo conocen la lengua de su espejo
A ellos que no pueden evitar
ser soga de mendiga colgada a sus monedas
pan en la boca de un tigre
nudillos al borde de no importa qué
plegaria manoseada
Hay que saber desnudarles el pellejo
sepultar sus rodillas
masticarlos como a hostias
desgastarlos como a un centavo ciego
y dejarlos por fin inmóviles de tiempo
para ver lo que esconde la sepultura de sus cejas
para descubrir que lloran como cualquier mortal
y que como a cualquier mortal
la madre los traiciona
Y serán tan bellos cuando lloren
cuando los veamos morder
con oficio de Dios
ese miedo de pájaro a subirse a los ojos de los gatos
mientras yo los araño
punto final
La ciudad ha parido sobrevivientes
tras el contorno de la náusea
pero no quiere recordar
Dicen que agita impaciencia
pero esquiva ataúdes
con la parsimonia de un discurso
que de tan viejo
ni siquiera es culpa u olor a pasado
Sólo los muertos habitan la pena y la memoria
No te equivoques
Es otro rito
el que quiere desraizar de entre sus piernas:
tanta vieja rezando calesitas
en medio de la plaza
convoco a la conjura de los tigres
El miedo desborda cicatrices
que tiñen de violeta la piel y el humo
Te veo muerto en un hoyo sin memoria
Hay vino entre las grietas
en tus pies de andamios desmayados
Como si no hubiera nacido antes de ahora
un ahora que no es que no es posible
no soy yo
pero no me asusta no encontrarme
El tiempo se detiene
alza sus agujas
y mi vientre lapidado en el ayer
es parca y entrega
Arquera de gorriones derribo la tarde
Un abrazo de Möebius repite la historia
mundo light
Voy a escribir yacaré
estropajo ajo
tropa tridente
Voy a vomitar membrillo
agujas negras
tierra que trepida
morder cactus contra la ceguera
No más tapiada mi boca de ceniza
seré revolución
Hembra mordida
gritapalabraputa
ábaco de blasfemias
me decido a hablar
No pude ser jamás espejo de otra cara
Había en la mesa cuatro panes entonces
y era todo reír guijarros
o turrones con bocas desdentadas
bebíamos del frío y de la lluvia
mi madre lloraba apocalíptica la muerte de los trenes
y no era poco mirarnos
o aprender de las caricias del trigo
sobre las frentes afiebradas
Las procesiones del Corpus
vestían sus pabilos de júbilo
y el altar nos llamaba al regocijo de ser fieles
No estabas
-no voy a hablar de pormenores-
La sombra hechizaba la maleza
y daba lo mismo ser piedad o furia
Pero aquella sombra de los cálices
no seríamos jamás
después
como nunca antes
Por eso ahora
que hace ciénagas que el viento
no puede desbebernos de la sangre
que hace cuatro imágenes
que el Cristo ha dejado de llorarnos
que hace tanto que mi lengua
no se pegotea a tu amor de hombre pasajero
apaguemos los cirios y que el luto del sagrario
se cubra de esperma
que hable
que ningún perfil
se arrobe de monedas que no serán pagadas
Seamos Judas otra vez
No hay redención posible
Hartas de bondad las manos de los párrocos
hartos de llorar mis rodillas sin peso
comulgan con mis ojos a cuestas
Qué mejor ultraje
que cubrirme de tierra
y no resucitar
para que Dios se quede con las ganas
… del mal
Amén
Una vez dijiste
perdona nuestros pecados
pero el precio es el olvido
Olvidar el dolor del fuego que nos guillotinó los ojos
el desorden de la sábanas
y aquel sol alcahuete
que jugó de a tres con nuestros cuerpos
Dejar de lado
que alguna vez fuimos un coro de hienas y de sangre
Olvidar cuánto reímos
Así se perdona dijiste
con tres Ave María y cinco Padre Nuestro
(pero Magdalena está llorando
frente a un dios que se masturba)
nueva alianza
Porque ese dios
aburrido de su soledad eterna
nos jugó la mala pasada
de tomar un cincel
y labrarnos para la muerte
Porque no llevaba rostro impar
su amor hermafrodita
Porque estaba solo
el hombre creó a Dios
a su imagen y semejanza
y dios cayó
Hoy las viejas se persignan
mientras María avanza
preñada y feliz
hacia otra gesta
duerme mi boca al revés de la lluvia
Ciega del oficio de increpar a Dios
pongo mis manos dóciles sobre todas las cabezas
y me hinco ante Su Nombre
Mi alma se hace tarde
pero no soy yo
herida
sino sus uñas las que tienen el nombre de mi grupa
Es que veo en la Custodia el azote de sus ojos
Es Él quien se encumbra
-tan niño que da pena-
con su cáliz vencido ante mi embriaguez
Por eso mi arrogancia se reclina
pujo otra plegaria
-tal vez un pésame
que no llega a consumarse-
Hoy
es el bautismo de la culpa
Mi madre está pariéndome
pero no creo que haya agua
que me devuelva a la inocencia
Sobre ella cabalgo
como en un eterno domingo
sin fiesta de guardar
Dios se persigna
Dios se persigna
Su ser impar vaga
con una copa de ron entre las manos
En su lágrima hay una cicatriz de piedra
Cuando la veo retiro mi mano
como si ella pudiera avanzarme
o montarme a su lomo detrás de los relojes
Pero Dios juega a los dados en mesas de billar
está exhausto
y su vejez es noche en nuestros muertos
Quién dijo que es todo poderoso
Cobarde
Él podría
(y lo sabe)
pero no consigue llorar
por eso aúlla en la noche eterna de su nombre
Su desgarro de soga
y las perpendiculares de la cruz
le recuerdan a la madre que no tuvo
Un Dios huérfano
Cómo no acunarlo
Vení Dios
papá cuenta cuentos a la luz de la Custodia
y mamá sabe una canción que te hará dormir
Vení Dios
tengo un lugar dentro de mi mano
para vos y tu cansancio
(pobrecito)
treinta monedas
En aquel tiempo
mientras hombre y larvas
se daban de la mano
vi al sol apagarse
sobre los ojos del día
Fue cuando Judas
vistió su sobretodo negro
bajó al Hombre de la Cruz
y
una
a
una
hizo llover las espinas
que lo gozaban coronado
El revés de sus párpados
había sido lápida de Dios
demasiado tiempo
Entonces fue inútil la horca
y el gallo cantó
por última vez
concebir
Amanece una hostia embebida en culpa
una lágrima
yo/ellas
todavía con los ojos cerrados
nos acurrucamos en una letanía
En el barrio de baldosas ocres
resuena la bofetada del invierno
Frente a las rejas se zambullen los zaguanes
que se enredan a los rosarios gastados de las vírgenes
Ya no es posible dilatar el tiempo
entre ajuares de jacintos
Ellas/yo
morimos de a poco
como los jazmines frente a la tía muerta
Las llaves del sagrario
se recuestan al cobijo de la tarde
-tal vez sea hora de arrancarnos de sus ojos-
Que la luz de la custodia se haga cómplice
y deje de sangrarme entre sus piernas
puntualmente
cada mes
me enseña las alturas
La vieja baja la escalera de los párpados.
La extingue su mantilla de santidad y pésame.
Rojo mujer entre las piernas
ha sido su ofrenda de cáliz al peso de las faltas
El cisma de dos cirios sobre brazos en cruz
envuelve de sándalo la letanía de la siesta
Afuera llueve a cántaros
A horca y sábanas
le sabe la quijada de aquel mendigo
que la excita
oculto
entre delantales con olor a vainilla
Incapaz de huir
exorciza de púrpura al deseo
los monjes visten cántaros de tiempo
Más allá del pecado
nada conmueve su decoro
Tras las máscaras hipan cuentas
entre horas que punzan la tarde
Un parto de palomas
desclava del rosario
otra virgen
para sus dedos en plegaria
la castidad del lago
Los pilotes agujan el agua
alzan su ojo
contra el cielo que ajusticia relojes
Sienten al insecto hundirse hasta la savia
y hacer legaña de tiempo
al musgo enhebrado a sus pies
pero la violación
es herida breve
preñada de belleza
Dios
voyeur al viento
blande juncos
acaricia sus espaldas
y besa la nuca de la tarde
como excelso monje
al muelle desposado
absoluto
No hace falta resurrección entre los huesos
Apenas sí quebrar el llanto de las piedras
Y se trata
a veces
-pero no es posible-
de ser Cristo
con las manos desclavadas
inmaculada
Hoy la agonía escapa hacia el revés de la infancia
hacia manos que rebasan perfiles
esa explosión del agua
tras las ventanas de la risa
Hoy que ha aprendido a mirarse en los espejos
y a no avergonzarse
un perro lame la vereda de su vientre
Aquel pájaro está muriendo
y no siente piedad sino de mí
Una magnolia
compite con la blancura de la luna
no se ruboriza de ser abierta y goce
Es de mañana
Va en calma
a besar a Dios en los labios
catálogo de imperfecciones
magdalenas
Las sábanas sucias
la resaca
el olor a sexo entre los dientes
El veneno solo
aguardando
el gato que comparte la cocina
los aparejos
la semana por reconstruir
Ningún crucifijo en el vía crucis
ningún presagio
Sin falta ni culpa
los viernes duermen siesta las señoras
es presa de inviernos
“alguien está de pie
/ y se recuesta a nuestro lado”
L. Escobar
No duerme
la desviste debajo de sus ojos
Ella no sabe
pero sospecha manos en la curva exacta de sus muslos
Aprieta los ojos
y es tan blanca la desnudez del grito
que los lobos se asustan de la luna
En su cuarto de afiches y penumbra
la boca del acantilado se trepa a la mentira
Es fuego una brizna
y corona de fugas su cabeza
Es tarde
los dos se obligan a deshacerse de los tactos
a cubrirse del eclipse
y dormir el estilete de la luna sobre los cueros
Ya no hay temor
se saben muertos y de prisa
pero no pueden llorar
ni siquiera a pesar de sus manos mansas
La carne puede a veces herir
como un puñado de tierra en el ojo
sin una sílaba
No hay lugar que los aloje después del pasado
no hay redención posible
Las vecinas intuyen el instante:
las rodillas fieles
la presa boca abajo
la ausencia de la cruz
el canto de Pedro
y tres gallos que se quedan dormidos
cinco
Hay que demorar el deseo
que las hortensias muestren su lujuria
mientras el caracol hermafrodita
orgasma entre sílabas
su soledad de sombra
Hay que partir
luchar contra los párpados
apagar los besos
emborracharse de humedad
La mañana rebasa el luto de los pájaros
Esta sed de ser otro
quiebra las piernas de la tarde
resistencia
Ante un espejo de luz
ajena al llanto de llorar a gritos
frente a tu puerta blanqueada de mortajas
destajo las palabras para verte
Soy sin fin ahora
y sin emblema
deseo terco
Lo sabemos
Mi cuerpo
junco al viento de la piel
desvirga la sed y la fecunda
un telón para el presagio
Seamos cuerpo
boca
así
de tormenta que deambula
pertrecho de escenarios
humedad virgen caracol
una mancha entre las sábanas
y otra vez oscura
quizás avenida o un cómodo sofá
donde dormir las muecas
Por favor no me contestes
En mi vientre no hay lugar
para esas cosas
enroque
El pájaro repta sobre el estómago del sol
como una aguja de agua
Un resquicio enorme se hace mueca
Las veredas enlazan párpados
Ofrezco mis latidos
al espinel de tu boca
Pasemos de los guantes
al dolor del tacto
Es un gesto inútil
que guardo en el espejo
una licencia
El perro es solo un perro si lo miro de costado
pero no lo miro
Siento su lengua curvándose levemente
lisonjeando el aire
bebiéndolo
despacio
entre mis manos
Entrecierro los ojos
lo acaricio
Tiene el hocico mojado y oscuro
como el pezón
de una esclava que me bebe
tandem
No he de quererlo
pero es inevitable
como la sombra esclava a los tobillos
No estoy segura de mis brazos
ni es lugar de la razón la boca contra el pecho
pero no encuentro otra manera de quedarme
si no es bajo tu asombro
que me envuelve de lámparas y miedo
Ya no estamos juntos
pero igual amanece
a pesar de nosotros
los bostezos y dos tazas vacías de café
Habrá que demorarse en el tacto imperceptible
quebrarle las piernas a las horas
para que no ocupen el lugar de nuestros cuerpos
“Porque hay dos historias”
una nos demora y otra nos arranca
de la feroz realidad de baldosas
Ser dos rutinas que se besan
sin encontrarse jamás
sin haber sido nunca
Por eso barro lágrimas de los rincones del cansancio
Sé que hay una capaz de ir hasta tu nombre
con una estocada
Pero el cielo está sangre de mis miedos
aguachea
sabe de mí
segura a una milla de la dársena más oscura del puerto
precisa como una luz de banda
desgarrada en su mitad
a espaldas de su nombre marinero
Recorramos entonces los bares de muelle
bebamos vodka y miseria
Podemos renguear y seguir vivos
ante el temblor de cicatrices jamás besadas
mientras el monólogo del sueño se encabrita desnudo
entre los muslos de la noche
Por eso aguardo
-la espera marcha hacia el costado tibio de los relojes-
paciente
-aunque la desnudez del viento nos reclame-
a que haga un dosel con todos mis reparos
y los derribe por fin
como a cualquier invierno
mínimo
Entre mortajas de viento
la lluvia lame el vientre de las vírgenes
Detiene el sol la encomienda de los dioses
Sobre tu piel barcaza
dibujo labios para la geografía de mis ruegos
borde de fuga
mansa marea
Amarrada al miedo se repliega
Su piel revolucionaria
que apagaba las órdenes de las mareas
boca arriba
cobija despojos de mares retirados
Su pulso está muerto
pero aun escribe un tajo en el cuerpo de la dunas
mutila los senos de la madrugada
Ya no grita el vejamen de la pesca
Llora anclajes
Incapaz en las batientes de parición alguna
es agonía del reflujo
Sobre la arena
su lengua de naufragios
se sienta a beber franca
con otros muertos
la vida es un bumerang de tiempo
Entre espuma de barrancos esposados a la restinga
arqueo un grito que descalza las cornisas
Se desbarranca la piel
y es el suelo tan tibio
que no cuesta cobijase entre sus muslos de invierno
Dos hileras de patos salvajemente negros
se hacen beso contra la oscuridad vejada por la luna
En la ceja del horizonte
la belleza de la muerte se sonroja
y es cicatriz púrpura tu rezo
Hay cansancio ahora en mis ojos
Mi oración está vacía
Escupo a la intemperie
¿Habrá que morir mojado
pedirle al alma que deje de latir
secarse al sol como una res
o el alma de una india muerta
para ser la vida que me viva?
El viento se me escapa
hacia un sol que hace garra
de tus ojos y mis manos
faltan a los barcos
Es necesario invadir sus secretos
las horas de agua que se trepan
fértiles de anclas y de arena hasta el nido de la noche
las bocas de esos hombres que ofrecen la pleamar
y se abrazan a los puertos
Sin rastros
se pierden los nombres de las mujeres del bar
como las estelas tras la rompiente irremediable
y sus bocas de rouge
arrancadas con el revés de las manos
o la memoria
Porque ellas saben guardar entre billetes su saliva
bautizan con champagne la pieza que debe de mañana
mantener las ventanas abiertas
mientras se dejan inspeccionar por el sol
y cuadrillas de viento descarnan de los techos
el jadeo de los clientes
No hay en ellas rencor ni caricias
Tras haber deshabitado la noche
beben café despacio
cepillan sus dientes y los cabellos enmarañados
porque la pena no es pena mientras entre sus muslos
esté caliente aun el recuerdo de la paga
Tal vez alguna novata llore
Aprenderá
-dice la mujer con arrugas en las sienes-
el segundo o el cuarto ya no importan
y la besará en la boca
como una madre
Al costado de la cortina
la rubia joven se depila una pierna
se arranca uno a uno los marineros de esa tarde
y es tan bello verla apareada al sol
con sus ojos de sueño de mediodía
aunque cargue olor a vino
un mal recuerdo que dormirá hasta que el sol
caiga exhausto detrás del horizonte
Entonces arqueará las cejas y recortará sus labios
será otra vez yegua ensillada
un portaligas rojo o un corsette para su alma
quizá dulzura de mentira y de duraznos
como de duraznos los ojos
y el latir de su cuello ebrio de sábanas
En ella me encuentro
hoy a solas
para beber su soledad
Está calzando anillos en los dedos de los pies
Yo me visto de luto
acaso por el miedo
nada de agua sobre las sienes
El oficio de poeta es escribir
pero yo voy a leer
a leerme y darme lástima
He vuelto
Tal vez beba hasta que la figura de tu cuerpo
se astille en el vano de la puerta
agresiva y tierna
como las pestañas de una vaca parturienta
te escupo otra vez como a un mal sueño
Qué mentira es llorar a solas
cuando las esquinas son apenas un quiebre de tango
pantorrilla apagada media de red
porque en red caigo entre tu lengua y mi saliva
Cuerpo a cuerpo
me deshago de las escaleras que me trenzan a tu horca
Cuerpo a cuerpo
ajena a las horas por vivir
a contra cara de un mazo virgen
de espaldas a esa copa que dilapida santuarios
disimulo otra sonrisa
mueca en el recodo de tu frente
Me resisto a tu oscuridad
y es un mugido lento
ese beso que no llega nunca
un ejercicio sin jugar
a contramuro del ocaso
setenta veces siete
“mi corazón repleto de modales
que no puede quererte”
Alejandro Schmidt
En una cornisa
mi beso
incapaz de saltar hasta tu nombre
abrazo a destiempo
No hay ayer
todo se sucede
como la muerte
o la vida que nos ciega
Nuestros dedos desenhebran relojes
pero algo sigue en pie
inevitable
No es la tormenta
Por eso damos paso a las uvas
para que el exilio del presente nos ampute los ojos
El miedo sólo puede ser barranca al miedo
Quien pueda
que grite el nombre de la lástima
que el silencio abra sus piernas
y en plena muerte
la tarde nos vista de luto
Ya no hay abajo detrás de nosotros
No hay media vida
Que no triangule la noche
con la escoria de mi cuerpo
la humedad de las cornisas
No hubo un instante para las manos
apenas un rumor de peldaños indecisos
en el oficio que encontramos
Era el nombre de la soledad que jamás renunciaríamos
una función criminal a nuestro alcance
el deseo de pasarle la lengua a los filos
y movernos lentos entre la sombra y la inocencia
No era difícil dilatarnos hacia el declive de la noche
ser palomas extendidas entre sus muñecas muertas
pegar la espalda contra los muros del deseo
y no desear
o desear demasiado
como una forma violenta de la quietud o el equilibrio
Por eso hoy
que he besado los perfiles de la lluvia
saco mi saber de los armarios
Voy a contrabandear con la muerte
mis pecados
y no cobraré más
que un retazo de memoria
XIV
Mirá vos
nos estamos muriendo de esperar
Y creemos ser los mismos
con las manos afónicas
y el alma/alba
en un puño de callar siempre
Hagamos un pacto de puñales
Los salmos aguardan
Y mis racimos
y tus ángeles
vamos a besarnos de papel
a roernos las palabras
las encías
que la sangre de las líneas fluya
que nos emborrache
que seamos una sola sábana
o versopiel
más allá del poema o la lujuria
Vamos con boca a lengua ajena
a desbesarnos
a arrancarnos los corpiños
lo más temible
lo mejor de cada uno
no me quiero bañar
El agua me arranca de tu cuerpo / no tan suave /
ni tan lento como tu lengua arrasando mis costillas//
Me viola los espacios prendidos a tus ojos ///
Una voz de tango resuena atrás de los relámpagos
que lamen la barranca // El agua me lame //
Tus manos se derriten en mis senos /
Las acompaño con espuma hasta las rodillas quebradas /
que ayer / fueron súbditos
de un tirano que latigó saliva y perros //
Todo es negro / como el orgasmo en el que caigo sin querer //
Y sin patena caigo / hostia de tus manos //
Pero no hay milagro / La espuma y tu cuerpo
se van por la rejilla // Resbala tu mirada de mi boca /
tu lengua interminable de mi ombligo / tus dedos de mi piel muerta de frío ahora / muerta de miedo /
pura sed de roca y tigre // y la sábana se hace tundra //
El agua me está huyendo / se envuelve en grito /
aquieta mi cabello erizado de palabras ///
Bebo un sorbo que termina de enmudecer tu sabor
a vino y sed / musgo y espejo //
Vuelvo a ser rata / aunque seas vos
el que repta por las cañerías y se hace túnel río mar /
cada vez más rápido / cada vez más lejos / cada vez más viento y más pasado //
Mientras / yo / me seco lentamente /
y busco a ver si ha quedado algo de tu color /
tal vez en las axilas / entre los dedos de los pies //
Me miro en el espejo // Estoy tan blanca de vos ///
Es el día uno de la espera /
es el día uno de la sed y los trapecios //
Habrá que gestar equilibrios / pernoctar pájaro //
Me recorro con miedo de agujas el escote / el cuello //
Nada //
Me barro la boca de tu boca /
las sienes de toda fotografía sepia
que no conduzca hasta esos ojos /
donde el agua no penetra /
y vos / me seguís besando
***
En vos duerme mi herida
Y tus ojos me señalan
la elegía del cobarde
Amatista contra fuego ciega giralunas
Danza el gato sobre el escote negro de aquel crucifijo
Bajo las mantas en cuclillas
otro cántaro intenta desbebernos
y tras el péndulo de aquella catedral
no soy sino siendo como fui
de espinas inacabadas y fuego entre los dientes
-falacia de viento es este axioma-
En voladizo duerme el pecado
pero no hay pecado que no sepa nuestros nombres
Por eso
cóncava de ayer
voy a inundar de escarcha y vodka las represas
Es hora de sangrías y de ecos
La piedra babea contra el musgo adormecido
es fuego hasta eclipse
matriz en giba
peso terco o beso que no acaba
demasiado yugo harto de caricias
apenas un poco
Porque no se trata de besar el cuello del poeta
un Rimbaud negro de mareas y desiertos
infiel a la noche y de ella esclavo
hielo en fuga o selva de maíz
vértigo de tejas y todo
palabra que se astilla
un grito en la sábana herida de silencio
Por eso circunvalo su soledad
El junco apenas moja sus pies
en otra muerte prematura
No creo en diccionarios
que intenten explicar de la palabra sus vestidos
Ya no a medias
no a pico despertar si así se vive
entre vino y zócalos
Abandonemos los escudos a partir del agua
Basta ya de esa boca
que habita noches inmersas en cartílagos de azúcar
de tantas mentiras en las manos
mientras intentás derribar las puertas al miedo
con flechas amputadas
El guerrero ha abierto su armadura
Los ojos se oxidan
si a orilla del barranco la inocencia se desploma
y en ella caeré para siempre sin designio de semilla
Es así:
a pura escarcha se levantan los conjuros
un aquelarre de entrepiernas
bajo el grito de la soledad más sola
esa que compartimos con silencio de campanas en luto
con la culpa entre los dientes
con la sangre que se retira de tan roja
¡y haber sido apenas pájaro!
Por eso te lo regalo
envuelto en escorpiones para que lo cargues vos
sobre tu espalda
te lo vomito como a una indigestión de caviar
en la boca del hambre
te lo entrego
libre
sin mella o latigazo al tiempo de la huída
te lo abraso al sol
para blanquear su noche de vírgenes y tablas
Puedo darme ese lujo
Dame tu mano
mi corazón es éste
y mi secreto:
“el báculo de la lámpara se inclina a la penumbra”
Es que él me juega con las mismas armas
como una rana o un gusano de fronteras
espina arista o miel de ébano
hacia la profundidad que habita salamandras
Hay sarcasmo de piedras en los nudillos que se acaban
algo de tu perfil que repta sobre mi tablero de alfiles
caballo a dama este juego donde la muerte se avecina
Dientes de chacales
besan su lengua porfiada de adioses
enredada a la horca para no morir
cuando de morir se trata
Es de noche
Abracemos la bufanda del frío
desvistamos de badajos los campanarios
y dejemos a los búfalos beber la sangre de los tigres
porque dos hormigas hartas ya de tumbas
salen a beber la madrugada
mientras un sol enorme trepa los muslos de la selva
y confluye en velo de mujer alimentada a viento
Yo
cargo miedo de montañas ante un dios dormido
Cerremos la noche
feliz de muerte al regocijo desnudo
No hará falta luna ni amanecer
porque breve
como el ala negra de un número sobre la cábala
así las pestañas y el temor de la hoja virgen
Imprecisa
como habernos besado después de hora
y no permitirnos
ni el recuerdo de los márgenes
Así lo pronuncio
con la violencia del silencio
Así me ofusco
y por qué no morderlo fruta o piedra
a mansalva
hacerme llaga de limón
un pubis de sangre verde
capaz de ahorcar las piernas de la tarde
Así morimos
de pura belleza jamás besada
porque no hay ternura en el deseo
El sol pasa de largo
la noche esquiva
y ella no duerme
caerá
en fuga irremediable
como la muerte de una orquídea
sobre su cuello virgen
de la alegoría
Si quedáramos fuera de esta moral
descalabrada por un beso
recorrerían tus esclavos la costa de mis vértebras
y caeríamos
de a poco
como en un desfile de piezas de ajedrez
que morirán en tablas
Sería indecente el grito del cuervo sobre Palas
Lentas y llanas nuestras manos
podrían deletrear el borde de una lágrima
pero no seríamos capaces de enfrentarnos
Ahora
que los muertos reclaman su bocas desdentadas
las lápidas son fetiches
a las que podemos aferrarnos sin reparo
No vaciles
no me hagas luz
Mi mirada está manca
y este juego de jugarnos a ciegas
como dos gallos
ya no reconoce nuestras manos
tres razones
Hablar de muerte
de nucas al olvido
Hablar de muerte
de tifones
de piedras al estanque
Hablar de muerte
y no nombrarte
cuarto
A veces me dejo abrazar por la sombra
lloro cementerios
y arranco de cuajo
los cinco crisantemos que te crecen en la frente
A veces
te perforo los tímpanos
con tanto silencio
que el mundo todo
cae por su ojo
A veces
dejo las ventanas abiertas
pero siempre cuando es tarde
tras la puerta
Un hombre
mi otra mujer oscura de distancias
aquellos labios ajenos
y por qué no
obscena
la vida por vivir
Ésa
la que nos da miedo
con los pies en la tierra
complicidad
Es el fuego
a quien no deja de mirar
y es oscuro
como el vientre de un jabalí
No hay límites afuera
El nido aun borda sus ojos
pero la madre arroja al instinto
de las alas de la costumbre
Las nubes están ciegas
y despliegan su castidad
capear al sol
Siempre es grito caminar por las aristas
herida el contrapeso de esa burla
que intenta borrar su rostro
de las palabras que escribe
Huele a moho
a rutina de manteles blancos
la burla
o ella
que sabe tender su piel en una soga
y poco a poco
perder en la oración
la herida de sus piernas
Pero no hay olvido
si el hedor a hembra es madre
si la cría aun está tibia
entre los dientes de otra fiera
Todavía lactan sus pechos
todavía es ella
antes de la parición o el llanto
Por eso roe el infinito
se inocula de pasado
perdura
No morirá
ni vivirá la voz que la costumbre calla
Sólo sombra sin cuerpo
toda deseo en su cubil
con la insistencia de una flor
en su sarcófago de agua
ella ya no me habita
Cuando sus ojos
-tobogán a los infiernos-
escaparon de su espalda cansada de congojas
quiso morir para nacer de nuevo
al sueño de ese verano aun por acontecer
No sabía ella de caer ni puentes
tampoco del fuego
capaz de ahogar miradas o veredas
Por eso no cupo en su cárcel
la culpa de besar dedos de acróbata
Por eso
-marioneta apocalíptica en la tibieza de sus hombros-
ahogó los hilos
que quisieron habitar sus escaleras de pájaros
Burda en su infancia
ahogó sus manos abiertas al sol y a la caricia
Ella
que había sido risa de roldanas y de siestas
que era inmensa
ya no pudo
aquella noche de cordura y sábanas inmaculadas
dejarse conducir hasta su boca
En un báculo bendijeron su tristeza
y de tan puro
aquel grito enmudeció badajos
No lloró
(había muerto tanto tiempo antes)
en el celo de la tarde
La mujer estatua
arquea sus senos
a favor de la hierba
Mientras los miro abrir sus bocas al deseo
y no saciarlo
-cómplices del simulacro-
los esposos no hablan de otra cosa
que los niños
los impuestos
que tu madre
que la plaza cubierta de musgo
hamacas y lujuria
Mirá tu lengua de azúcar
mis ojos café
Un desayuno es más que un beso parco
o de pan y manteca disfrazar el deseo
Demasiada cordura almidona las manos
Impenetrable
la saciedad busca soborno
pero hay tanto miedo a enfrentarnos
tanto de no querer crecer
y decidirlo
Veo a la sombra invadir la pena
que lloran los balcones
Un cáliz demasiado virgen para rozarnos
orgasma nuestra muerte entre sus dedos
sauce hacia el oriente
Ese árbol
nublado de hijos y de viento
acalla caminos de calandrias en la penumbra
Temeroso de bandadas
amputa la soberbia del ocaso
Es yerro en el horizonte del equilibrio
extendido almanaque
donde el nido de la noche tiembla
Ese árbol de seis brazos se sostiene
a pesar de mí
que no voy a echar frutos
No sea cosa que sembrando celajes
sea gestado mi séptimo hueso
y el tiempo se haga carne
por qué no verbo y redención
Aquel sauce repite orillas
y me da tanta pena verme así
con cuerpo de hoja
entre almohadas de lino
Cuando aparece la lluvia de antes
ese ser que fui
cuando una gota era éxtasis
y encontrarnos de nuevo
cuando el acantilado no era borde
sino un dios partido
y en cuatro patas
clamando libertad para sus huesos
Cuando descubrí en esa hoguera
y no otra
el tiempo del espasmo y nomeolvides
no era yo
inconclusa de tu mirada
más que otra forma estéril
aun sin mí
sin vos para pensarnos
Y fue entonces cuando robamos el cáliz
para gritar por fin
que nos hallábamos forasteros en la muerte
para ser dioses
y también para ser hombres
desnudos
completamente libres
Pero no fuimos capaces
Hoy
un ataúd que nos queda a la medida
es báculo y balanza
Por eso llueve con los ojos vendados
y volvemos al principio
demasiado dispuestos ya
a la costumbre
***
Hay un silencio que me habita
parido a la intemperie de las hojas
un grito como dentellada de perro
en la arista de la noche
Hoy
no puedo con mi cuerpo
me ajusticia
El pan es un sol
que se acurruca en mi garganta
para vendar al grito que el agua
no puede lamer
La música se jacta de un rostro
que es mío
y ya no reconozco
Ajena de las horas y las palmas
alzo mi cuerpo primitivo
a través de todos los milenios
La voz de la congoja
deleita a los chacales con mi muerte
morder la arena
Pesa el pecado
consume las manos
que se hacen lentas al abrazo y la caricia
Aun así seguimos seduciendo a la costumbre
y a puro golpe
nos arrancamos la pereza de la piel
No hay otra sed ni otro epitafio
que pueda esperarnos detrás de los andenes
Ninguna fuga de mí misma
está tallada con tu nombre
celos de cielo
Tu amor se va por las alturas
besa pájaros de sol
Te me vas
con dos arrugas al borde de esos ojos
que han dejado de mirarme
Me quedo mordiendo alacranes
de satén negro herida
Como el acantilado te peligro
te raspo las rodillas apenas de pasado
me infecto de sonrisas
No me creés
no te creo
y lloramos
Lloremos entonces
pero hagamos el amor
con los pies en la tierra
punto de no retorno bajo el agua
El agua estira sus formas
hacia la tristeza de la tarde
Voy a mentirte
y decir que la boca de la asfixia
ya no es tu nombre
que puedo sola de dolerme tanto
Bajo las acacias descubro que no hubo tiempo
y el que disfrazamos quedó mustio
Encuentro tu cadera
en abanico hacia mi ombligo
pero en él no estoy
ni estaré jamás
No es otra muerte
ni es la misma
sólo que en ésta
los relojes nos desnudaron sin habernos visto
Ebrios de arena y de poesía
hamacamos espolones contra el cielo
Ya no importa si testigos
si vas a encontrarme en una página
o salir de mis brazos
No hay dictados
ni emblemas
Encontrarnos
y sabemos muertos
por dejar a un costado
el aliento de la savia
ayer de cuentos
Puentes a tu boca
boca ráfaga
innata de ternura
Un beso ahorcado del equilibrio
bajo el árbol del desierto
Esa tarde
mis ojos inmensos
ante el amarillo de tu cansancio
juntaron silencio de dedales y pimienta
Por eso pinto tus manos roncas
detrás de un delantal
por eso no puedo trasnocharte
ni arrastrar tus pies hasta mi almohada
para no morir
El cielo agrisado de la memoria
resume una y otra vez
el mismo juego
Ajena a tu reloj
que se bandea hacia el ayer
abrocho el pasado a la costumbre
Hay aroma a pochoclo y soledad
y me gusta tenerte así:
desde la inmovilidad de la foto
ser cintura
temblor
darte paso entre mis dedos
Cierro el simulacro de tu piel
la mía entre las copas
para volver a tu resurrección
en cada plegaria
me amortajo al tiempo de quererte
Tu piel de pronto fue pasado
como los días en que la luna bañada de pimienta
extirpaba a la noche sus senos tibios
Ya no hubo risa capaz de despertar
esas viejas espaldas de calesita inconmovible
Te beso con maña de anillo
como si nada
entre la sal tu vientre y la cocina
La última palabra transita un lugar de confesión
No hay ataúd que no se quiebre
y Dios
que se ríe de nosotros
rutina
“ella clava los gestos”
M. Sampaolessi
Los puños se clavan a las sábanas
la boca mordida
su queja apenas diente
Él sabe amarla
muda
ella no sabe
Enciende la luz frente al espejo
Para salvarse
se pinta los ojos
masturba su imagen
se abre toda rouge y sangre
en una sola mueca
Ellos se aman así
en silencio de noche
a pura lágrima
contra la pared en fuga
No acaricia otra noche que sus ojos
no escapa
ni de ella ni el instante
Renace
llora puñaladas
no obedece luna alguna
Se recorre sola
penitente
Enciende eternidad
su ombligo descalzo de mujer
ojos rimmel
Su vientre espina pájaros
bajo los brazos de la lluvia
Él recorre su aridez
la envuelve hasta hacerla trapo
paloma y tanto beso
Ella llora entre faroles
pero obedece
se somete a su antojo
pubis esclavo
bajo su lengua de bronce
adicta a su herida
la noche avanza
con su tatuaje de ébano en los ojos
para que despierte
para no morir
sacude
de la sábana al sol
sus puños de acíbar
de las rejas
La mañana no quiere alzarse del bostezo
Persiste la resaca del amor
-una cuchilla que dibujó fronteras entre los muslos-
Llueve un agujero en el alma de Dios
La quiere niña
virgen otra vez para sostenerle los ojos
para que la abrigue de su eternidad
del cansancio de seguir a tientas
buscándola
cuestión de perspectivas
De costado a saberte
tus ojos de piedras y melaza
de frente la memoria
que apedrea el pecado
de atrás
de perfil a tu sombra
de cara a la noche
como si desde abajo
pudiésemos empezar de nuevo
el abc de la sangre
Titila la esfinge
en una mueca inútil
Como navaja a punto de herir la arena
los cuerpos se derriten
entre saliva y pentagramas
Se desgarran los dientes en cortinas de lluvia
Ya no hay veredas que recorrer
El instinto hace huella en el silencio
Descabezado el sexo
esculpe noches para nadie
sin crimen el cielo
Hoy embargaron al sol
Desnuda de su boca
ruge interminable mi espalda alfiletera
Por eso
ante sus ojos de perfil
anudo la venganza
y ciega de relámpagos
emigro de mi sombra
Hay una bendición que tal vez me habilite
-su piel está sucia-
Beso sus ángulos
me sobrepongo
y a destajo
comienzo a llover
noche de viernes
Las manos del escriba enmudecen
El presente apesta
rancio
Se hacen cuerpo las mareas en las crines de la noche
Desbocadas
se abren las lenguas del vino
Soledad pide a gritos a gritos ser anclada
al coliseo de nuevos ojos pardos
Gime Jim entre dientes
Ya no puede la lluvia trepar los peldaños a su espalda
Estalla en las pestañas el dolor de los duraznos
Los cinco tambores de su ombligo
no se apagarán hasta ser uno
sobre la arena del silencio
los vampiros mueren de tanta eternidad
Entre avenidas y dictados
su cuerpo extranjero
transita a habitar el día
No hay enjambre posible
capaz de ser arteria y miel
detrás de las columnas
Hacia el exilio de las manos
se abren -vírgenes de noche-
las ortigas
y es tanta la crueldad
que la palabra se hace repudio
hasta su boca
El tiempo de la lentitud no atreve a pronunciarse
(quizás de pura muerte)
Quizás por si algún pétalo
germina marioneta de la sangre
del agua y de la sombra
Partida y deshecha
mi mitad más cuerda
alimento ese perfil que dejó de habitarme
Quiero ir hacia los ojos y la infancia
Llena de mí
ya no dejaré escapar a la que soy
abrazo de agua sobre el vidrio
Después de infinitas tardes
el ayer entró
Vos y yo
antes de ser
como siempre
fuimos
el himen intacto
CONTRATAPA
Es fundamentalmente fiel a su voz. (…) la dimensión erótica intenta exorcizar el pecado original en la dimensión que el miedo, expresado por el yo, encierra.
(sobre Los Andamiajes del Miedo)
Luis María Sobrón
Una presencia poética femenina diferente de las que yo conocía, una mujer poeta rotunda, totalmente mujer, asumida plenamente como tal y valiente a la hora de mostrar su visión del mundo y no la visión establecida.
(sobre Los Andamiajes del Miedo)
Pedro Leguizamón
El poema se construye paso a paso con una seguridad rítmica y vivencial que obliga a una lectura voraz. Pocos libros logran eso hoy en día. (…) yo no dudaría en dar a leerlo en las escuelas, si es que alguna vez queremos de verdad que algo suceda. Debemos reconocer con Predieri una poeta absoluta.
(sobre Invierta un Hijo)
Rodolfo Álvarez
Predieri es una poeta laboriosa. (…) de las que saben por qué y para qué.
(sobre Invierta un Hijo)
Luis Benítez
Porque es honesta y circular. No es común, no por difícil sino por estricta vigilancia, hallar Marcelas en la coherencia de la palabra y de las manos, ante el riesgo que significa el mascarón de proa de los límites.
(sobre La Pancarta)
Américo Álvarez
El elemento marino es una excusa para intensas retrospecciones. (…) muestra una lírica fuerte y un lenguaje poético trabajado que toca los grandes temas de siempre y de hoy.
(sobre Sangre de Amarras)
Diario La Capital
El significado es un resplandor fugaz detrás de las experiencias de vida (…) Constituye un buen ejemplo de cómo un libro es una máquina que funciona más allá de la lectura del autor. (…) manifiesta la dimensión social de la poesía (…) pero encierra otras capas, otros matices y otros sentidos igualmente intensos: el grito que produce el dolor del mundo, pero también el juego, la indagación de la subjetividad y el trabajo de la imagen.
(sobre La Pancarta)
Enrique Blanchard
SANTIFICARÁS LAS FIESTAS
SANTIFICARÁS LAS FIESTAS
Marcela Predieri
Dicen que si los deseos se cuentan no se cumplen, pero el catecismo le habían
enseñado que la Virgen intercede por nosotros y que hay que pedirle a Dios y a todos los
santitos. Por eso se los contó al Padre Francisco.
―No, Blanca… Eso es pecado, pecado grande. El noveno mandamiento dice: “No
consentirás pensamientos ni deseos impuros”.
―Es que no puedo evitarlo, padrecito. Además recién vamos por el de no robar y yo
no robo. Y el de no mentir, que creo es el octavo… Sí, a los demás me los sé a todos de
memoria.
―Tenés que ser fuerte, rezá tres Ave María y cinco Padre Nuestro ―Sucede que
Blanca ya no es tan chica, juega cada vez más seguido para pintarse las uñas de rojo y cada
vez menos a treparse a los árboles o a buscar huevos tibios al gallinero del fondo cuando va
a la casa de la abuela, por eso Padre Francisco la comprende―. A ver, chiquita, ¿qué más?
―Y… al cuarto me parece que no lo cumplo, pero porque no puedo. O lo cumplo a
medias. No puedo honrar a mi madre. La odio. Y a papá cómo voy a honrarlo si no lo vi
más. Además qué me importa. ¿Sigo con los deseos o los mandamientos? Lo que pasa es
que…
―¡Por Dios! La muerte no se le desea a nadie. Mucho menos a uno mismo.
―Es que es lo que quiero. Y lo quiero de verdad. Con toda mi alma lo quiero.
―No, no. Nada de eso. Eso también es faltar al quinto mandamiento. Ay, mi
querida ―le dice el cura, pero ella sabe que no la quiere, y que no le van a alcanzar ni diez
rosarios enteritos el día de los misterios dolorosos.
―Yo sí sé lo es dolor ―lo interrumpe ahora ella por primera vez―, lo sé porque
me duele. Aunque no sangre como Jesús. Me duele y mucho. Por eso lloro. Mamá dice que
yo nunca lloro y que si lloro es dormida. Que a lo mejor es porque lo extraño, y que no va a
volver, ni Dios permita, dice. Por eso quiero a morirme, Padre, y quiero morirme ahora.
Antes quería morirme cuando me sacaba las trenzas, cuando acariciaba el pelo y me
bañaba… Yo lloraba, usted lo sabe, pero eso era antes, Padre... cuando no había aprendido
el sexto todavía.
―Pero ahora lo sabés…
―Sí, y apenas lo supe se lo conté a mamá. ¡Y entonces mamá lo echó! Por eso la
odio. Usted es mediador entre Dios y los hombres, ¿no? entonces haga que vuelva. Yo
necesito que vuelva… Y si no que se muera también. Y me importa un pito que sea mi
padre. O que sea pecado querer morirme si él no va a volver a decirme mi chiquita…
―Hijita, volvamos a los mandamientos, por Dios…
―Primero: Yo no soy su hija. Y si Dios es mi padre, entonces mi Padre es dios ¿A
ver? cómo era el primer mandamiento? Amarás a Dios sobre todas las cosas ¿no era ese?
¿Ve cómo aprendí todo, Padre? ¿Ve como cumplo? Yo amo a papá.
―Levantate, Blanca, estás blasfemando. O pedile perdón a Dios.
La torta de cumpleaños resplandece. Pero apenas acabado el canto, mientras todos
están todavía gritando: ¡Pedí tres deseos! Che, déjenla pensar. A ver… qué pediste,
Blanquita se arranca los moños de las trenzas. Enseguida la madre la zarandea del brazo.
“Vos siempre dando disgustos” ... Los invitados, perplejos pero tratando de suavizar la
situación, comentan: No entiendo por qué te pones tan mal, es cosa de chicos. Blanquita,
tenés que entender que mamá está enferma de los nervios, dale, que no se haga mala
sangre. Pedile perdón, vamos, pedile perdón a mamita
¿Pedir perdón? Ella sólo le pide perdón a Dios. Y Dios está en las alturas.
Blanca se suelta del apretón de la madre, sale corriendo hacia el ascensor y marca el
noveno piso. Blanca sube corriendo la última escalera hasta la terraza y mira el cielo
también por última vez.
Perdoname papá…
Abajo la sangre. Mala sangre. Muy mala.
Marcela Predieri
Dicen que si los deseos se cuentan no se cumplen, pero el catecismo le habían
enseñado que la Virgen intercede por nosotros y que hay que pedirle a Dios y a todos los
santitos. Por eso se los contó al Padre Francisco.
―No, Blanca… Eso es pecado, pecado grande. El noveno mandamiento dice: “No
consentirás pensamientos ni deseos impuros”.
―Es que no puedo evitarlo, padrecito. Además recién vamos por el de no robar y yo
no robo. Y el de no mentir, que creo es el octavo… Sí, a los demás me los sé a todos de
memoria.
―Tenés que ser fuerte, rezá tres Ave María y cinco Padre Nuestro ―Sucede que
Blanca ya no es tan chica, juega cada vez más seguido para pintarse las uñas de rojo y cada
vez menos a treparse a los árboles o a buscar huevos tibios al gallinero del fondo cuando va
a la casa de la abuela, por eso Padre Francisco la comprende―. A ver, chiquita, ¿qué más?
―Y… al cuarto me parece que no lo cumplo, pero porque no puedo. O lo cumplo a
medias. No puedo honrar a mi madre. La odio. Y a papá cómo voy a honrarlo si no lo vi
más. Además qué me importa. ¿Sigo con los deseos o los mandamientos? Lo que pasa es
que…
―¡Por Dios! La muerte no se le desea a nadie. Mucho menos a uno mismo.
―Es que es lo que quiero. Y lo quiero de verdad. Con toda mi alma lo quiero.
―No, no. Nada de eso. Eso también es faltar al quinto mandamiento. Ay, mi
querida ―le dice el cura, pero ella sabe que no la quiere, y que no le van a alcanzar ni diez
rosarios enteritos el día de los misterios dolorosos.
―Yo sí sé lo es dolor ―lo interrumpe ahora ella por primera vez―, lo sé porque
me duele. Aunque no sangre como Jesús. Me duele y mucho. Por eso lloro. Mamá dice que
yo nunca lloro y que si lloro es dormida. Que a lo mejor es porque lo extraño, y que no va a
volver, ni Dios permita, dice. Por eso quiero a morirme, Padre, y quiero morirme ahora.
Antes quería morirme cuando me sacaba las trenzas, cuando acariciaba el pelo y me
bañaba… Yo lloraba, usted lo sabe, pero eso era antes, Padre... cuando no había aprendido
el sexto todavía.
―Pero ahora lo sabés…
―Sí, y apenas lo supe se lo conté a mamá. ¡Y entonces mamá lo echó! Por eso la
odio. Usted es mediador entre Dios y los hombres, ¿no? entonces haga que vuelva. Yo
necesito que vuelva… Y si no que se muera también. Y me importa un pito que sea mi
padre. O que sea pecado querer morirme si él no va a volver a decirme mi chiquita…
―Hijita, volvamos a los mandamientos, por Dios…
―Primero: Yo no soy su hija. Y si Dios es mi padre, entonces mi Padre es dios ¿A
ver? cómo era el primer mandamiento? Amarás a Dios sobre todas las cosas ¿no era ese?
¿Ve cómo aprendí todo, Padre? ¿Ve como cumplo? Yo amo a papá.
―Levantate, Blanca, estás blasfemando. O pedile perdón a Dios.
La torta de cumpleaños resplandece. Pero apenas acabado el canto, mientras todos
están todavía gritando: ¡Pedí tres deseos! Che, déjenla pensar. A ver… qué pediste,
Blanquita se arranca los moños de las trenzas. Enseguida la madre la zarandea del brazo.
“Vos siempre dando disgustos” ... Los invitados, perplejos pero tratando de suavizar la
situación, comentan: No entiendo por qué te pones tan mal, es cosa de chicos. Blanquita,
tenés que entender que mamá está enferma de los nervios, dale, que no se haga mala
sangre. Pedile perdón, vamos, pedile perdón a mamita
¿Pedir perdón? Ella sólo le pide perdón a Dios. Y Dios está en las alturas.
Blanca se suelta del apretón de la madre, sale corriendo hacia el ascensor y marca el
noveno piso. Blanca sube corriendo la última escalera hasta la terraza y mira el cielo
también por última vez.
Perdoname papá…
Abajo la sangre. Mala sangre. Muy mala.
lunes, 14 de julio de 2014
POEMAS PARA RECORDAR
JIRONES
He querido remontar las alas
de los dioses / pero he falseado el rumbo // En descenso a las panteras del
infierno / me interné en la vagina
de la muerte ///
Quizás
haya sabido en la lengua / el roce sublime de la mirra // Pero un escalpelo
voraz / quebró gozoso / el tímido sostén de mi garganta / mi otro ser / que tras los barrotes de la vida / me
esperaba ///
Apenas
niña / violada / desnuda y cenicienta / quise/ entre azabaches / rasgar la
mezquindad de creerme invulnerable // Y
replegada hasta el llanto / hasta el feto / hasta esa cumbre abisal que es la
intemperie / reclamé mi derecho a la agonía ///
Pero no hay regreso ///
Sembrada en el arado infértil / los tentáculos de
la cordura / se abrocharon a mi piel / me arrastraron a los senderos de la furia ///
Mi palabra está maldita // La palabra de todos los hombres / es
maldita // Calcina la piel / inflama / retuerce / mancha // Pero siempre es más
/ / Y nos somete // como a esclavos de una piel que nos devora el alma ///
La felicidad está regida por
institutrices ciegas // Nos descalza la venda de los ojos // Nos lacera con su
cordura luminosa / y nos invita a ver ///
Despierto / ahora / del
cadalso de esta etiquetada mueca de coherencias cotidianas // Ya nada inflamará
tanto mis sentidos / como la muerte de
este paladeo: Vivir en un segundo la eternidad / obligada a perecerla //
Voy a
crucificar el andamiaje /// He perdido el silencio
y
me río a carcajadas
"YO SOY EL QUE ESTARÉ"
Yo soy el que estaré
Le habían enseñado que había un solo Dios pero
ocho bochazos en la Facultad de Teología de la UCA
−más un poquito de calle por cierto−, le demostraron lo contrario. Los hindúes
adoraban a Brahman, Shiva y Vishnu, los musulmanes a Alá; y a la Marga, los muchachos de la
esquina; eso era una trilogía o una orgía, como lo de Dios uno y trino. Y
cuentan que trinó el terceto tía, abuela y madre a su llegada, y le hizo creer
que él sería especial, único en el mundo.
Pero se llamaba Carlitos, igual que el
gordo de la otra cuadra, Gardel y el primo más chico; ni siquiera Carlos como
su padre o Don Carlos como el abuelo materno. Por eso, apenas alcanzó la altura
de la mesa del comedor, supo que tendría que hacerse notar. Así que empezaron
las trepadas a los árboles, luego las amonestaciones en el colegio, y por
último la carrera de técnico superior en sismografía planetaria. Al pedo,
siempre al pedo. Porque Carlitos era Carlitos por mucho que quisiera diferenciarse.
¿Qué Carlitos?
Él tenía que hacer algo en la vida que lo
transformara en un ícono, en el nombre de una calle por lo menos. No fue así. Como
sismógrafo terminó trabajando de oficinista en el correo, como oficinista de
correo −a pesar de coleccionar y vender estampillas− siempre ganó poco; y sólo
pudo comprar una casita igual a todas con el plan del banco hipotecario para
casarse con una chica, común y corriente, del barrio Chauvín. Él creyó que ese
amor sí sería único en el mundo, y fruto de ese amor tuvo un hijo único… hasta
que llegaron los otros seis. También creyó que ella sería la única mujer de su
vida, pero cuando murió de una bronquitis común recién cumplidos los treinta y cuatro,
como los hijos no podían quedar sin madre, se volvió a casar. La nueva resultó
ser tan buena esposa y madre como lo había sido su mujer anterior. Y también la
amó. Tanto como amaba el olor a tinta de los sellos, las postales de viaje sin
sobre, los encabezados comunes, tipo Querida
Martha: te escribo estas líneas…, o los
formalismos: Sin otro particular saluda a
Usted… Eran simples. Igual que
los telegramas o las cartas de renuncia, igual a la que él mismo mandó una
tarde setiembre, de esas tan sentimentales como suelen ser las tardes lluviosas
de setiembre.
Carlitos se sintió entonces dueño de todo
el tiempo del mundo para concebir una forma de llegar a la inmortalidad. Si no podía
ser una calle, por lo menos una placa en la biblioteca el barrio; así que se
dispuso a escribir su historia. No podía ser igual a otras, de modo que compró
y leyó cuanto libro de memorias, diario o autobiografía encontró en las tiendas
de usados, más las que le prestaron y aquellas que le costaron fortunas −por
ejemplo las de los famosos que siempre cuestan demasiado sobre todo si son no
autorizadas−. Todo había sido escrito. Uno quiere ser distinto y la suma de los
distintos es innumerable… Primero se desmoralizó, después se dijo ¿por qué no? y
fue entonces cuando le pasaron con un skate por encima del pie. Miró al jovencito
con rabia y dolor. Cuando al primer hombre sobre la tierra le pisaron un pie ¿habrá
gritado? Tal vez sí podría marcar alguna diferencia: No gritó. Tal vez por lo
mismo “Qué tal López” figuraba en Wikipedia ¿O habrá sido porque lo escribió
Cortázar?
Para la época en la que el libro iba
tomando forma murió su segunda esposa. Él tenía 57 años y algunos de sus amigos
empezaban a faltar a las reuniones de los jueves. Uy ¿te acordás de Pancho? Y qué
tipazo el Rubén… tan joven. Que un infarto, que un cáncer de colon, que no
tendría que haber salido a la ruta con esa niebla. De todos se acordaban un
tiempo. Y después: nada.
Aquella tarde, poco antes de las seis, hora
a la que cierra el cementerio de La
Loma se le ocurrió ir a dar una vuelta. Había una leyenda en
la que no había reparado hasta entonces: Aquí
descansan los que no precedieron en la vida. Las inscripciones en las lápidas
poco se diferenciaban unas de otras. No importaba si sus ocupantes habían
dejado el reino de los vivos en 1879, 1946 o 2005. ¿Se destacaría la suya algún
día? Allí estaban también las de sus dos mujeres, una en la galería de la
izquierda al fondo, la otra a la derecha, tercer pasillo; las dos con los
bronces opacos y el pasto crecido. A la salida encontró a la que sería su
tercera esposa. A ella también la quiso. Y la quiso tanto como a las otras, con
ese único amor único. Cómo puede uno amar, no más de una vez sino, tres veces. ¿Qué
era el amor?
Decidió dejar de lado sus memorias y
encarar otro género: el ensayo. ¿Sería original ese cuestionamiento filosófico?
Sabía que no era dueño de las respuestas pero sí de las preguntas. ¿Acaso muchos
no las habían formulado ya? Él no haría lo mismo. Le vino a la cabeza el nombre
de una telenovela que miraba su madre: El
amor tiene cara de mujer. No, el amor no era buen tema; había pasado ya por
muchas manos. Igual que Marga, igual que él. Así que Carlitos, o Carlos, un
tipo con nombre común, con una historia común, con las mismas preguntas que se
han hecho desde hace milenios todos los mortales, se preguntó sobre la muerte y
encontró que no había forma de hacerlo sino en plena vida.
Con la minuciosidad de un arqueólogo, Carlitos
hizo autopsia a los recuerdos, recorrió los lugares de su infancia, investigó, abrió
heridas y mortajas, enterró desengaños, resucitó juegos, sufrió otra vez las
pérdidas y revivió la gloria de sus pocos logros; compró momias en el mercado
negro, coleccionó obituarios, transcribió, definió, esbozó su testamento y
redactó su epitafio. Cuando sintió que estaba logrando plasmar una obra que
estaba seguro lo haría merecedor de un lugar en el Parnaso, la mujer lo
incineró con la mirada, dio un portazo y se fue.
No se inmolaría. Por fin era el único habitante de la casa. Recién
ahora, con más de ochenta años todo cobraba sentido: Esa vida, igual a la de
los muchos Carlitos que habían llevado o no su nombre, era única e irrepetible.
Esa noche lo internaron. Dicen que hablaba
de tiempo y eternidades. De otros sin rostro, de disolverse, de fundirse, de un
nombre impronunciable. Cuando le preguntaron el suyo, simplemente calló.
Algunos afirman que eligió una cama cualquiera de la sala general, otros que
fue la nº 7 del séptimo piso. Que se acostó a dormir, por última vez, con un NN
atado al dedo gordo del pie izquierdo. Y que no tuvo miedo. Al fin y al cabo, su
muerte sería igual a cualquier otra.
Veo Veo
VEO VEO
¿Qué ves? Mamá ve los brotes de los prunus a punto de
reventar, rosados, lúbricos. Mira
las azaleas y los agapantos, se deleita descalza sobre el césped nuevísimo y
retira con cuidado un poquito de musgo que se ha establecido en el rincón más
oscuro. Toma un tozo de soga y dibuja con ella el recorte de una nueva bordura
que va a pedir al jardinero cubra con lamiun para iluminar el sector; lo
imagina y sonríe, después entra y sube hasta el cuarto para arreglarse y salir
con las amigas. Definitivamente esas sesiones de radiofrecuencia y el pulido
con punta de diamante la hacen ver espléndida.
Se delinea los ojos, la boca, sólo un toque de rubor color durazno. Ni un
cabello fuera de lugar después del shock de keratina, lo peina hacia la derecha.
Elige el jean con tachas y una remera animal print. El té es a las cinco. Ma, me podrías mirar el resumen de… No, por
favor Gordi, ahora no puedo.
…Una cosa. Esto es una cosa,
masculla el padre, no es fútbol. Ni ese
boludo es un dos, no la para ni por puta. El padre cambia de canal, mejor las noticias. La Cristina está dando su
discurso número veintisiete. Esto es futbol para todos, declama. Sí, claro, para todos los infelices que
habitamos el suelo argentino. ¿Para esto pago Direct TV? ¿Para hacerme mala
sangre? Hace zapping hasta que desaparece la cara de la
K. No puede ni verla. Una mina… No hay nada
que hacer ¿por qué nos se ocupa de cosas de minas? Sólo a nosotros se nos
ocurre. Qué gente de mierda. Qué país de mierda. Se levanta del sillón, va
hasta el escritorio, abre la correspondencia: una notificación del a Afip. La
puta que lo parió… Pa, ¿puedo llevarme al
auto? No. Y golpeá antes de entrar. ¿No ves
que puedo estar con gente?
…¿Qué cosa? ¿Qué cosa estaba
buscando yo? Los ojos de la abuela
saltan de una pared a otra del jardín de invierno. Se detienen en el canasto de
la lana, en el almohadón de la mecedora, la manta, un pulóver a medio terminar,
el último, el que le estaba tejiendo al viejo. Rojo. Rojo oscuro. Como la
sangre que pasaba por el cañito de la transfusión, como la sala de terapia y los
cortinados, como las venas que se le reventaban en los tobillos, oscuros como
la infección. Púrpura, le habían dicho, pero las manchas eran rojas como la que
vio en la sábana aquella mañana; fue
su primer hombre, suele repetir, su único hombre. Por eso cada aniversario
ocultaba la sonrisa tras un enorme ramo de rosas rojas. Rojo era ahora su
dolor. Oscuro como seguir viviendo. Se agarra la garganta y se para frente al
espejo. Entonces la ve. La aguja nº
9 está pinchada sobre el costado izquierdo de la mañanita. Abuela,
¿No viste mi…? Sí, ya la ví, menos mal que le había pintado la
punta de rojo. Últimamente no me acuerdo de dónde dejo las cosas, últimamente
no me acuerdo de nada.
…Maravillosa. Ana Clara mira la foto de Martín. Pone “Me gusta”. Le
gusta. Y mucho. Después ve pasar las
notificaciones, las clickea rápido. Entra al muro de su hermano, ahí puede ver más fotos de Martín, las del
partido de hockey contra UNI. Mira esos bíceps contraídos, la bocha que definió
el tanto con su golpe en pleno vuelo, se detiene en las piernas, en los
cuádriceps. Agranda la foto…Tiene los ojos más profundos que haya visto jamás pero no la comenta, no
puede hacerlo desde ahí. Vuelve a su face, al álbum de la reunión del sábado. Está
con las chicas vestida de azul. Todas están vestidas de azul. Como los ojos de
Martín. Ahí sí pone “Me gusta”, porque se gusta. Y porque le gustó que la
besara, y está segura de que también le gustó cómo besaba ella. Esta noche la
va a llamar. Es un divino: alguien que tiene en la portada una foto de cuando
era chiquito no puede ser sino un dulce. Y van a ser felices para siempre. Ana… ¿Qué mirás, boludo? ¡Cerrá esa puerta!
Privacidad. ¿No entendés lo que significa privacidad?
…De qué color. Blanca. La tiene sobre la mesa de luz. Ve que es poca. Se da vuelta y tapa la
cara con la almohada. Se da vuelta otra vez. Mira el techo, es blanco. Todos
los techos son blancos menos el de su
hermana que está pintado de celeste con estrellitas. Pelotuda… Estira el brazo
para agarrar la gillette. Mejor no, mejor dejarla para después. Pone música. ¡Bajá esa música! se escucha desde abajo.
No va a bajarla. Se agarra las sienes, recoge las rodillas y apoya la cabeza
sobre ellas. No da ni para una línea. Al apretarse los ojos todo pasa del verde
al rojo al azul. Y otra vez blanco. ¡Bajá
esa música! No otra vez. ¿Qué me tienen? ¿entre ojos? No, no esta vez. Arranca
las frazadas, va al baño para buscar una benzocaina para cortarla. ¿Otra vez con dolor de garganta? le
pregunta la abuela. Al salir se choca
con la madre. ¿Por qué no mirás por donde
caminás! Es que ese chico debe andar ojeado, intenta tranquilizarla. El
chico hace como si no las hubieras visto
y se encierra en el cuarto, con llave esta vez. Muele, mezcla, separa la línea
en dos. Enrolla con cuidado un billete de dos pesos y esnifa. El polvo asciende
por su nariz, baja por la laringe, se le hunde en la tráquea. Tirado de
espaldas intenta tocar el techo pero ve
cómo se aleja a medida que él hunde en la cama; sonríe ante la blandura de la
almohada del colchón del cuarto entero. El efecto tarda, tal vez la cortó
demasiado. Se levanta y va por las pipas; sabe que así durará menos pero lo
necesita ahora. Elige la que tiene el dibujo del águila montada sobre la
serpiente; falta el tigre, pero no se extraña, qué es lo real o cuánto vale. Mete
lo poco que queda en la pipa y la enciende con el billete. La oreja izquierda
de Mitre se desprende y cae sobre una hoja doblada del cuaderno Rivadavia
abierto al costado de la cama. Adiós monografía. Ve los dos rostros presidenciales arrugarse y fundirse. La
coincidencia es absurda. Da para reírse y se ríe. Cuando trata de apagarlo con
el pie, como la media es de lana, solo consigue avivar el fuego. Se quema. Se
quema y ríe como loco mientras ve
las llamitas subirle por la pantorrilla. Se la arranca y tira contra la
ventana, observa extasiado cómo la cortina de voile se dispara en llamas hacia
arriba.
Es la esquina de los
Echeverría. No. ¿La de los Alzaga? No. Es la de los Gutierrez. ¿Ves algo? Sí, a la madre; lleva un
manojo de vestidos, creo, y una valija… No, son dos valijas. ¿Qué más ves? Al padre, salvó la notebook, una
pila de carpetas que casi se le cae y un bolso… un bolso o un maletín grande.
¿Qué cosa? Que ahí está la nena llorando abrazada a un oso de peluche. Y la
abuela. A la pobre la traen arrastrando; parece como si quisiera volver a
entrar. Es el turno del chico pero el chico no
sale. La sirena destella en todos los colores. Todos lo ven. Nadie ve al chico. El
humo es negro. Lo veo. Veo.
(Publicado en "el libro de los Juegos" Ed. Martín 2013)
domingo, 2 de junio de 2013
POEMAS NO TAN VIEJOS 2 ( PUBLICADOS EN LA ANTOLOGÍA 2012 "FIN DE CITA"
Lluvia Y
Rimmel
Los puños se clavan a las sábanas
su boca mordida
la
queja apenas
Él la ama así
muda
ella lo sabe
por eso enciende la luz frente al
espejo
y
para salvarse
para no morir
se abre toda rouge y sangre
en una sola mueca
Ella no obedece luna alguna
se recorre sola
penitente
masturba su imagen
y adicta a su herida
llora puñaladas
Él quiere encender eternidad
en su ombligo descalzo de mujer
recorre esa aridez
y la envuelve
hasta hacerla trapo paloma y tanto
beso
Mientras
ella se somete a su antojo
pubis esclavo bajo esa lengua de
bronce
y su matriz espina pájaros
bajo los brazos de la lluvia
La noche avanza
con tatuaje de ébano en los ojos
porque ellos se aman así
a pura lágrima
contra la pared en fuga
y cuando despierten
ella sacudirá
de la sábana al sol
esos puños de acíbar
Encono
Es un gesto que se pare
ese de hacerse contorsión
y oler su sangre
Sabe que ayer fue roca pierna y beso
bamboleo jadeante apeándose de él
desde ningún destino
que ansió ser uno
y pubis
y aguardiente
Hoy
debe rociar su frente
de aceite y alabastro
socavar el lecho y el azogue
Mueven sus caderas los ángeles de
viento
(Ella ha calzado sus formas de
preñez)
y alza el vaso para crucificar el
coito
en una pancarta que grite
la avenida de su nombre
Bambalinas
Hay algo en la aceptación de ese nombre
que la mueve hacia
el olvido
un mirar antropófago
hacia la silueta
sepia/ajada de su rostro
Siente ahora el resabio de tu lengua entre los dientes
pero no hay imagen ni voz en la memoria
Está saboreando un trozo de salmón
y le repele el recuerdo de esa pelvis apretada
Toma un sorbo de whisky
escocés
del mejor
y un cúmulo de cucarachas escupe
miel sobre su escote
Derribemos las trastiendas
La noche intenta prolongarse
en el vagido de las sábanas
y no sé por qué estamos hablando de esto
en la lavandería de la
esquina
De moras en
los ojos
Vestida de frío
cruza la calzada del
sol
No lo ve
La
arena es álgida
y protege las nervaduras de su cielo
Ella eleva tres fotos
que hoy resultan intrusas en su almohada
profecía tal vez
sobre una piel
demasiado blanca
Por eso bebe de
memoria
aquella imagen que
sabe de fragmentos
Es imperfecta su soledad
Bajo la sombra de cualquier esquina
puede alumbrar de ágata el pasado
Dejar De
Ser
Quieta divisoria conduce a la caída
Desciende
a
inhalar hondo
su
propia gestación
Todo es silencio
y un jadeo inútil
que profundiza la asimetría de los cuerpos
Cada porción de piel construye el
infinito
Los límites se expanden
como si huyeran
avergonzados
del residuo que dejan en el otro
Mueca innominada
"Salir
requiere mil disfraces"
De Las
Rejas
La mañana no quiere alzarse del
bostezo
Persiste la resaca del amor
-una cuchilla que dibujó fronteras entre los muslos-
Llueve un agujero en el alma de Dios
Él la quiere niña
virgen otra vez para sostenerle los ojos
para que abrigue su eternidad
del cansancio de seguir a tientas
buscándola
Circular
Es una muerte lenta
tomar la copa y desbeberla
vestirse del orgasmo a la cordura
desabrazarse del temblor
hacia el ascético saludo en mangas
de camisa
Es inútil pretender encadenar la
arena libre
o demorar la semilla
Así avanza la vida
o la muerte
- es lo mismo-
equivocándose una y otra vez
queriendo ser salto
y por qué no orilla
Una y Mil Veces
a Enrique Blanchard
Juré no volver a escribir
pero acá estoy
encadenada a ese círculo de ébano
Un poema para quién
o para qué
si una vez más
me amortajo a la blancura
Rea de tu red
me hago
antifaz
No quiero sumergirme en otra temporada
ni hacer símbolos de mis ebriedades
Como un barco
naufrago
otra
vez en mí
y me aburre
tanto
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