jueves, 7 de junio de 2007

INVIERTA UN HIJO (fragmento del libro)



Un ángel llora con un niño muerto entre los brazos
Sobre un pesebre de humo seca angustia
Garganta de Dios
Día de gritos mudos
en la campana hermética de corazones yertos
Los vientos entrelazan almas en rondas
suben
bajan
flotan alas
No hay victoriosos ni vencidos
Infierno
Cielo
Una misma cruz germinada en el Hongo del Dolor


Se han perdido los rumbos en vahídos
y un idiota
besa
vientre al suelo
los pétalos intactos de su sangre

Se confunden los olores
el sudor que aventuró heroísmo en las alturas de la noche
lágrimas como lentes aguzando los ojos
Y es certera la metralla
porque la eternidad se elevó en niños
de lodo y disparos

Yo no creo en fantasmas
pero disparo al centro
del alma
(por si acaso)

Sé que morirás
como se resiste a morir esta guerra
con una granada entre los dientes
recordando el campo de tu padre
como un equilibrista a la borda de las Parcas
ante enloquecidos ojos
en el océano de las tumbas

Y vas cayendo
muerte
a
muerte
cada noche en que una sombra de enigma
se abre entre las grietas de la selva
—¡Disparen! —fue la voz del sargento
Ya no hay duda cuando el miedo nos aprieta la garganta
...Un quejido leve
como el llanto de un niño que espera el pecho de su madre
—¡Son niños! ¡Diablos! ¡Eran niños!
Y corrimos

Los dejaba caer el ángel ojos pájaro
Y nuestros cuerpos
a través de todas las madres
hundieron palmo a puño en las heridas
Entonces
toda la música del universo
es un grito ahogado a los abismos No hace falta llorar

Estás solo
El hambre se desmembra frente a los escombros
abre sus vísceras como fauces gigantescas
devora hombres
El prejuicio es un sabor inexistente
cuando las costillas arden como sables en la espalda
Comimos esa noche
y se hincharon los estómagos
con los aullidos bailando desde adentro

Escapa la luna a su tibieza
se refracta en pómulos brillantes de betún y hueso
Suspira la noche en su mudez
Los latidos son pesadas botas de escuadrón
resbalando por el cuerpo

Más sordo que un timbal abigarrado de melancolía
tan ciego
como el bastón con el que guían sus miedos enredados
En cada jirón del uniforme
la maleza del hombre
y sus pedazos


No conocen el rostro del verdugo
pero existe un hacedor de verdugos
bajo el antifaz de la bandera
de ahí la lucha:
Ver entre las franjas del emblema su cárcel
y la otra
la de ellos
en victoria

Hoy lloramos

Soy yo
y
seré yo
bandera a colores entre rejas de horror
iEs buen negocio el negocio de la muerte!
Miles de ataúdes cubrir de gloria
Manto ultraje
Millones los billetes
Infinita
la mezquindad
Nos sentimos invierno
amparando nuestros huesos para la emboscada final
La escuadra herida de muerte
ante nosotros
Entre las filas
abre boquetes la distancia
Cada uno reliquia el medallón de un compañero
El que estalló en el refugio
El que emprendió la avanzada
El que alzó nuestro cansancio
Pesan sus cadenas al bolsillo
como espectros que profetizan en el miedo su miedo
Ese miedo que nos torna más sagaces

Una línea de fuego despeina los anhelos
—Algún error —gemía el novato con el esternón alzado en lápida
¡Debe haber algún error!
Borra el caos ese instante de infantil lucidez
Alucinación presentida
Conciencia inútil de buscar a cada paso
nuestro nombre
entre los otros sin pasos

Horror

iAún quedan espacios vacíos más allá del universo!
donde las estrellas se nos antojan siniestras
donde la ausencia de la luna es el mejor de los regazos

Nada más será
Sólo humedad de tierra
y un beso de sangre que destemple los cuchillos

jCubran con un manto la fosforescencia de los huesos!
Hay lujuria en el rictus de las calaveras que desfilan sin tráquea
Y como una cachetada
el sarcástico pincel de una mariposa
Un fracaso de gusto áspero
como cientos de lenguas
reptando solas
por las grietas de la tierra

Cintillos sin dueño recorren las falanges
Acá
en esta hoguera miserable de sulfuros
fardos negros de plástico amontonan húmeros
rótulas
clavículas
rompecabezas del Dante
—jY aún faltan piezas! —llora un niño
Escápulas
fémures
la foto de sus padres
Y reza el reglamento:
No embolsar caliente
—Es un dogma culinario —sentenció la mujer del general
No embolsar caliente
mientras las trincheras aún estén tibias por el latir de la sangre mientras el llanto sale las botas del amigo
mientras aún se huela el sudor cubriéndonos la espalda

Me asfixia esta guerra etiquetada de incoherencia
Infiltradas de perfume las hembras generales
De las rocas florece un arcoiris

Hoy al arribo siete rostros afeitados
novatos imbéciles de uniformes impecables
seducidos voluntarios para el frente
Frente ingenua
Y yo estoy al pie
mirándolos
lamiendo profético
sus heridas
arropando terrores
cansado de este nido de serpientes
del derrumbe astral de cada bomba
del aullido agonizante que transforma en caos
los susurros expirados
Quiero ver a la vida ahuyentarse de la muerte
No más envíos
La portezuela del avión se me antoja una llaga que sangra verde oliva
Y seguir
Seguir el vuelo de metrallas con los brazos anidando las cabezas Seguir el rumbo de aguas rojas y cuerpos entroncados
Seguir el miedo
Seguir el himno que pesa herrumbre en nuestros pasos
y ya no continuar

El delirio de una brizna con curvas de mujer trepa las sienes Municiones como senos al pecho la tersura del acero
La sangre
semen
escapando agotadas nuestras fuerzas
De palpar los huesos beso y rojo
Manos desvariadas
Azota una granada el ángel
Siento que algún error
descuelga el infinito
Es más allá del canto de la piedra
donde es blanca cuna el estómago de un muerto
anónimo el caos
ajeno
el pastar de las ovejas
Dolor de ser uno y sin porqué
en una nueva plantación de tinta sobre la foja de las bajas
Luto encabritado
Tronar cañones y silencio de emboscadas
Hay un precepto solitario en un puño que se cierra
porque ayer lo vi
ese rostro que viste de enemigo no es un rostro
ayer lo vi
casi humano
casi niño
desmesuradamente solo
enfermo
aterrado
soñando bastones de azúcar
(como yo)
como yo
bárbaro
asesino
bestial que corre
lanzado sin piedad a un mismo abrazo de fuego
que nos mate y nos acune
Sobrevivo más allá de los acordes bajos de una acústica vacía Sobrevivimos ellos y nosotros
mientras nos horadan los tímpanos los aullidos de la peste

Mortal arrebato arrebatando mortales
Una sinfonía somnolenta en el pentagrama del poniente
Blancas calaveras de silencio
jMaldigan al hombre!

Soy un gorjeo que agoniza en la marcha de los pájaros

Se agujan los cadáveres en el tapiz de la muerte
Penetra el humus la sangre
Allí
donde el pájaro enhebraba semillas
en los antes jardines
los antes huertos
los antes cielos
hay un reloj destrozado con los brazos apuntando al infinito
ese espacio esposado hermano de lo eterno
profano y paradójico
como los misiles
las gotas de lluvia
las plegarias

Se fuga el trozo de hierba en medio de un corazón ensangrentado

Miro a lo lejos
tan cerca abrirse
las mandíbulas desencajadas de la sonrisa de Mefisto
y otro ojo
abierto
redondo
y brillantemente inútil
rodar por la ladera
Soy la profecía viviente de una cruz sin nombre
La boca en trino de un pájaro de lodo
Como un bostezo hastiado de tanto esperar la muerte
daré la vida sin un porqué a las fauces de la tierra

Pronto
las palas cubrirán de polvo el polvo de los huesos

¿Quién burlará una lágrima en los ojos del juego?
Ayer un compañero desertó en la lucha
no a la guerra de mentiras y verdades
de laberintos y emboscadas
de colinas tomadas y bases destru1das
no a la guerra de dioses y banderas
de tropas y aeroplanos
de tierras de nadie y tierras del error

Era su guerra de rocíos tempranos y sudores nocturnos
de cantos de cigarra y oídos sordos
de llanto de niños

Él cubrió con el vientre una granada
los brazos extendidos en santa inmolación
—Debo cuidar la simiente —arrullaba abierta su garganta
al nido de las vísceras
—Regar las semillas —lloraba con el llanto
Y alumbrando una explosión
la espalda en un hueco de corolas
vistió de sangre los ocasos
Ayer un compañero escapó a las nubes
Yo no puedo irme de la muerte
De la mano me lleva moribundo
y me voy
en ella
hacia adentro
cargando restos de sal por el llanto de las olas
resplandeciendo en la última bengala que un grito lanzó al cielo
abrigando miembros helados en esa zambullida
más allá de los abismos
Y los navíos fueron
Me pierdo en mí mismo
en ese laberinto de congojas donde extravié la ajena
en el desafinado acorde de los gemidos de la derrota
en el silencio de los pasos sin dueño
en este rompecabezas
que no quiero componer con mi parte de pésame

¿Correr?
¿Hacia dónde?
Los féretros se apilan como torre de cubos en manos de malabarista
Es tanto el llanto como los corazones púrpura en camas de hospital
como la fiebre y el terror
como las confesiones de haber asesinado
en los oídos del presbítero
(Hay extrema unción en los extremos de su mano)
Huir
Abrir las alas
El fin de la guerra nos dejará cachorros
huérfanos en este nido con olor a cuartel y sudor de batalla
con sabor a miedos y betún resbalando por las sienes
con dolor de llagas nuevas
y viejas caras esfumando la memoria
Pero amamos ese olor sabor dolor
lo reconocemos
a ciegas
como un niño recién parido al pecho de su madre
La guerra nos alimenta con su calostro
y nos inmuniza


A mi costado la humedad de la tierra tiembla

hay mil ojos en los ojos de la noche
en los ojos de la jungla
en los ojos del aire
Y ya no hay ojos

Un arco de horizonte se ha tragado los gritos
y truena
en rodada estampida
el frío rodar por las muñecas

Metrallan los dientes el beso de metrallas
el aire está cargado de siluetas
los espectros acarician con viento los cabellos

A mi costado la humedad de la tierra tiembla
y el sol enceguece espejismos de mujer

Es el alba
con un sol creciente que hará renacer el hedor de la carne
Pateo la furia de la fruta en el despunte
Ahora
que su madurez me recuerda el sexo de las moscas
iquitame
oh Dios apócrifo
esta hambruna de cuerpos calcinados por el mediodía!
La angustia pende boca abajo en el pendular del campanario
Cada vez más cerca de nuestras soledades alas cartilaginosas como un delta de lava
florecen en ramilletes de terror
De nuestras manos crispadas
escapan de las sienes
como escapaba al sol nuestro secreto de cuerpos desnudos
bajo el pudor de la paja
como el llanto en luto de la boca del hombre
como el gorjeo de una alondra ante la muerte de una estrella

La angustia pende boca abajo sus alas
hasta rozarnos

Por eso grita

Grita hasta que no haya oídos sin voltear a tus espaldas
Grita hasta el cielo y grita hasta las grietas
Grita insultos lágrimas sangre
nombres de nadie nombres poderosos
en nombre del pecado y en nombre de la guerra
en nombre del mar que muere
en nombre del hombre que ríe
por el nombre de Dios
por nombre diablo
al nombre del llanto y de la cruz sin nombre

Grita

Grita hasta detener la rotación del universo


Más allá de la noche del alma
La tierra aprisiona soldados bajo lápidas en línea
En el horizonte germinan dagas con empuñaduras en cruz
Y caerá la última bomba como lágrima de Dios
para vomitar del suelo a sus espectros
(Las mujeres se persignan)

Yo tengo una esquirla en la memoria
y alucino a mi madre pariendo
pariendo
pariendo
Genocidio de mi sangre en el vino espeso de la hiel
pariendo
hasta emborracharme de amargura
pariendo
una y otra vez
fetos con rostro de enemigo
Hoy vi un anciano de ojos grises buscando a tientas el lugar de su ciudad
Nada sabe de guerras que cambian geografías
Nada sabe
(y bendice su ceguera)
Sólo trastos y abismos a sus pies

Una grieta desploma el desayuno hacia la úlcera ardiente del centro de la Tierra
quemando vivos los bostezos matinales
Desnudas las bocas de leche tibia
blasfeman sed tapiadas de escombros
y no conciben el olor a boca de mujer vomitando inmundicias
a ríos plenos de pájaros en llamas

Busco en la memoria algún atisbo que dibuje en su luto la masacre ese tapiz bordado de huesos en labios sin voz
Arena y miel la boca que se infecta con los gritos huecos de un páramo silente
¿Acaso la fiebre aterrada de la primera desnudez?
Intersticios de almas cuelan las costillas arrasadas
como un cráter enorme abandonado por la tierra
Sarcástica ternura
Beso de fuego
Pero hay otra boca
helada de llamas que funde el iris del sol

La nombro muerte

He enterrado esta desesperación incesante de volver sin mí
harto de gorriones anidando calaveras
de este crimen de paz herido el seno
sin vida
de este banquete de cuervos hastiados de carroña
perdido entre los gritos de esta guerra
La voracidad del hombre traga niños con balas en el pecho
y sólo he enterrado esta desesperación incesante de volver sin mí

Son punzantes los ojos alumbrando hiel tras las hogueras
Las entrañas de una aldea vomitan coágulos de horror
vomitan medallas los pechos generales
vomita un enjambre de tumbas la tierra
vomito
yo

Un sudario de sangre jala las máscaras de esta comedia absurda
Con inocencia de aleteos febriles copula una libélula
Gritan que tienen alas las escápulas de un muerto
El morir es siempre virgen
Frágil doncella vejada del horror
No sé por qué seguir la huella
La guerra hace hombres así
con el gesto ridículo y humano de hacerle una tumba al enemigo
Hay algo de inmoral en este infierno
vestigios de lujuria amurallados en la crueldad
"Hazme gozar Señor de la impúdica desnudez de un cuerpo
sin sangre"
Y encascados
los niños aprendieron a gozarlo

Gesta cadáveres el ombligo del monte
cuando el escabro es una cintura leve que duerme en el bolsillo
Pero yo seré en los labios de tu sexo el anticipo de la muerte
Como cuchillas los labios parirán maldiciones
llamará a exilios demenciales la nostalgia
al primer capullo en los manzanos
al ternero que chupa de las tetas de su madre

De cartón son los puntales de la blasfemia
¿Debo recordar que estoy hablando de la guerra que un circo macabro tiende su carpa de humo que las naciones aplauden
que el hongo crece cobijando espectros
que estúpida flamea la victoria?

Tal vez alguno evoque la alegoría de un rasguño

Debo recordar que estoy hablando de la guerra

Soy mi resto desnudo de mí
un espectro que vaga en ripio de falanges
como manos náufragas abrasadas por la sed
La acequia emerge infecta de serpientes
jactándose de sus llagas
llorando lágrimas de orín hacia el abismo

Yo sólo puedo cruzar crespones como látigos
Y soy harto falaz en esta mímica

De mi cuello cuelga un proyectil
la bala con que maté mi primer hombre
cuando corrí a cazarlo
hundiendo
árticas mis manos
en sus vísceras calientes
Como un tatuaje rígido llevo esos ojos estaqueados en el alma

Un proyectil cuelga de mi cuello
Horca ineficaz
Los ojos siguen quemando al sol que quema
El aire ha mutado en un bostezo
Me encuentro en el oráculo de una efigie tramada en luto
Un tanque ha comenzado a roer la fronda
como a un jardín
las motas de sangre la fornican
Bajo los párpados la memoria destrenza sus aguas
y lenguas de dulzura anidan mis nudos
Terror de estar
vivo y huésped
en cadalso de este lazo con alma de mujer
Hoy el cuervo acelera los retornos

Soy gemelo a mí mismo en otra muerte
un salto al infinito vacío de Sus ojos

La guerra zurce prolija nuestras llagas
ante un sol verdugo afiebrado de sentencias
Sólo la noche
hembra madre del destierro
nos devuelve al seno del cansancio
Estoy desfigurado de mi ser
trizado idólatra en cuchillas de sangre
Fangosa mi alma los codos las rodillas
En llanto carcomida
mi niñez

—Y será entonces rechinar de dientes –repetía mi madre apocalíptica— Será entonces
Sin saber que hoy
(Nada más)

Yo
espejo en los ojos de aquellas madres que recibían a sus muertos
vi bajar en guirnaldas de los trenes cuerpos enhebrados
Bajé

Era setiembre en casa de mi padre
Ya no asustaba a las vecinas que en los ataúdes sembraran crisantemos
y subí al holocausto como un animal sediento a su propio abrevadero
Era setiembre en casa de mi padre
Las mujeres cargaron sus semillas
Enmarañado
el cabello de una mujer acaricia la maleza
con los ojos abiertos en un abanico estático hacia el horizonte
sus palmas hundidas feroces en el cuerpo de un niño
completamente desnuda de piel y llanto
Del delirio
belleza en fuga
Ciega de Dios
con una mueca en beso cayendo de los labios

La guerra es un aletear tristísimo de lluvias

Recuerden
yo he enterrado esa desesperación incesante de volver sin mí
Es la noche petrificada de la acecho
la burla del incesto con los hijos de la patria
debo seguir
trotando trampas de trincheras
Seguir hacia la nada
lamiendo miedo
y seguir
seguir
Seguir de ojos
de labios
de terrores
Seguir de angustias
de entierros
de aporías
Pero ya no continuar

Yo sabía del aroma de azahar en los naranjos
espinas y eternidad
Estoy en cópula con las llaves del infierno
Mirame
Ya he muerto
estoy abrevando de mi propia sangre entre la hierba
y he visto el rostro de Dios llorando sangre
Dame Señor un poco de tus náuseas
un poco de tu llanto
o tu vergüenza
porque ya no adolezco
Estoy seco de horror
Los astros saben de mi burla hacia lo eterno
Soy un pájaro lleno de silencios
perdido clarividente en noche de mil años
con la lengua blasfemando vértigos
El tiempo cauteriza el hedor de la carne
Cabellera poblada de hostias el vuelo de las aves
Ardiendo
los ángeles han huido

Pero no temas
No es morir presentir la muerte
Horca destronada
Vértigo y migración de ojos
Humíllala con el rocío de tu frente

Huiré por fin de ser esquivo
de la maleza acerada del espanto
Se desmembran los hombres al otro lado de las playas
Mortajas errantes
hastiadas hostias
eco torrente confinado al dolor solo

Hay una bestia en mí
insaciable de coágulos y exilios
una urgencia agazapada
Una cópula aburrida con los signos
Esta trinchera no parirá mi redención
Ajeno de inocencia he tatuado fetos en vientres de mujer
Encumbrada violación que anchas manos rasguñan insensatas

No existe bálsamo donde dar fuga a los despojos
Confines herrumbrados del pánico
Telón de escupitajos hacia el rostro de Dios
En la boca del lirio
es irrepetible
cada respirar
La tierra
mestiza sobreviviente entre botas y sangre
maga descalza en arrebatos de rocío
sostiene un soliloquio eterno con la ignominia de la cruz

y yo
Hermana Tierra
un sitiar desesperado a las lindes de mi cuerpo primitivo

El ángel lloraba su amargura serena
No sé si pueda recordar

¿Acaso soy yo
ese que camina cubierto de gloria y láudano
mezquino lujurioso de emboscadas?

Lamo el sabor inútil de los manzanos de la niñez
los cuentos al pecho de mi padre que olía a quietud
Y duele ausencias
destemplo ausencias
muy cerca de estos abortos infiltrados de medallas
Si terminara esta guerra adónde ir huérfano de lucha?
Parda profecía revienta
Estalla en secretos laberintos el pájaro de lodo
En las gargantas la furia palpitante de un corazón de hierro
Y hoy
que me arden los párpados en los ojos de Juan
en los míos
en los de todos los soldados muertos
me emborracho del llanto de los vivos
donde una redecilla se sueña
se eleva con aroma a azahar
y un jugo verde
pastoso
cuela las grietas
horada tumbas
cala mi asco
el asco de las damas de caridad que toman el té
y se instala ahí
justo delante y un poco más abajo de la inserción de la lengua
El asco decía
y los azahares
No sé cómo poemar azahar y muerte
Punzo mi grito como la cigarra su canto atrincherado
—¿Te acordás mamá?
El esqueleto me llevaba en brazos
riendo suelta su suelta mandíbula.
enorme riendo
devoradora
(y yo despertaba en llanto dentro de su boca)

La memoria puede expandir los tiempos hasta deformarlos
No sé por qué he venido
Ni siquiera soy poeta

El oficio de testigo siempre me produjo horror
Por eso sumo mi música al gemir de las esquirlas en el vientre Avanzo desnudo
con el odio como herramienta
con la visión de la muerte como coraza
(Eso dijeron)
¡Si yo sólo siento piedad!
¿Desnudo?

Tengo el abrigo de mi escuadra
De su presencia me embriago
El recuerdo sabe a vino caliente
mano caricia
a esa madre que arropa las hilachas
que aún conservamos de niñez
En un fogón que agoniza brasas traemos historias
Hay ojos pardos y sonrisas blancas
Hay llantos de niño y caricaturas del espanto
Hay puños cerrados y bocas
¡tan abiertas!

Estoy desposado con la guerra
¡Con esta guerra!
Por eso la comprendo
y permanezco en mi amada como en un capullo de aguas en sueño

Ella me ha preñado de infinito

Tal vez deba callar



MARCELA PREDIERI

CARTA ABIERTA

CARTA ABIERTA


Estimado Padre Eduardo:
Esta carta no respeta las liturgias, mucho menos la de La Palabra, pero me urge reconciliarme conmigo misma, con la humanidad y principalmente con el Verbo Encarnado; por eso necesito que escuche (lea) mi confesión.
Para ser concreta, Padre, me acuso ser una representación; si no fuera así, ya me habría acercado al confesionario para enfrentarme a U usted sin simulacros y no estaría escribiendo esto. Pero no soy actriz o sea que dar la cara no es mi fuerte y por otro lado, sólo al escribir soy sincera, ya que es lo único que sé hacer 0 engendrar, como prefiera. Además, a las palabras se las lleva el viento, a los secretos de confesión... vaya a saber. Y yo quiero que esto sea un .doc Así que hágalo público, si quiere:
Padre, yo siento la necesidad de romper los moldes, las reglas, las hormas, las matrices, los montajes, las instalaciones. Es como si una asfixia abarcara y oprimiera toda mi piel, sofocándome hasta extinguirme. Muchos se conforman con la vida que les tocó vivir, aunque al hacerlo se desfiguren, distorsionen, deformen. Conformar... Deformar... Me pregunto si serán sinónimos o antónimos. Un prototipo, cualquier modelo o paradigma se acomoda, te acomoda a una casilla, a un apartado; te aparta, te empaña, te rotula: "hombre sin rostro", te ultraja. A mí no me alcanza un tipo de vida, Padre, los quiero todos.
Por eso despojo y calzo íntegro cada uno de los infinitos pellejos de los hombres y trato de hacerlos míos; robo vidas y las siento, vivo como propias... las cuento. La de quien ama y de quien sufre, la de la señora gorda tomando el té de las cinco en punto, la del drogadicto, del apático o el burgués de m..., la del soldado valeroso y del cobarde, del político y el mendigo, el verdugo y el ahorcado, del subversivo y el represor, de las Bovary y los Fierro... Entonces invento, fabulo, miento. Eso es, Padre, el escritor: un gran mentiroso. Y yo escribo.
Pero ¿sabe? Al robar vidas, las vivo para mí y las vivo para otros. No quiero disculparme, no, al contrario; estoy condenada, lo sé y soy culpable no sólo de robar o mentir sino de los siete pecados capitales porque si fuera verdad que tengo una misión, entonces, cómo explicar cuando en ocasiones, colmada de pereza, transito las profundidades sin decidirme a habitar el cuerpo de mi alma y paso días, semanas, meses sin escribir, temerosa de enloquecer si lo hago y segura de que si no lo hago, finalmente enloqueceré. Entonces, el germen o el gusano de la envidia me penetra y las vidas de otros, virtuosas o perversas, sencillas o intrincadas, comienzan a seducirme, a incitarme... y las ansío, Padre, porque derrochan vivencias que yo jamás experimentaré, vierten las I historias que yo nunca seré capaz de narrar, descifran los libros que en-.al vida alcanzaré a leer. y.,( abarrotada de codicia parto a investigar, a escuchar detrás de las puertas y las almas, a mirar hacia dentro de los ojos, a robar sus alientos en busca de una línea... y anoto datos, acumulo, como un preciado tesoro, cada referencia en mi cuaderno de notas, en el revés de la cuenta del supermercado, en los márgenes de los libros y, le confieso, Padre, que cuando empieza ese proceso de encarnarse en otro, ya no como Santa Concepción, sino Calvario donde crucifico mi comodidad y asumo igual que Cristo los pecados de los hombre, le juro, y no es herejía, Padre, que siento que voy a redimirlos pues llevo conmigo todas las miserias; también todos los placeres, dirá Usted pero de eso no se escribe.
Por eso, para saldar mis deudas con el Señor, si quiero ser justa, debo acusarme también de gula, una gula feroz por saber más y más, tanto que devoro y me engolosino con el respirar de cada uno de mis personajes, me acaramelo con sus poemas, saboreo la melodía de sus voces y cómplice, amaso situaciones para hacer también míos todos sus sentidos... y paladear su lengua, sus ojos, sus tactos. Termino mamando un calostro que me inmuniza del afuera, atiborrada de mí y sin poder saciarme nunca.
Lo sé, Padre, me revuelco, para ser exacta, encendida de lujuria con ese personaje que estoy creando, que soy yo y es otro y... hermafrodita, erizo mi piel. Me cuesta escribir esto, pero ¿podría Usted, que sabe mejor que nadie de las luchas de la carne, interceder por mí ante el Altísimo? Es talla fiebre, el goce de descubrir los más íntimos anhelos, la excitación de penetrar la mente, la voluptuosidad de ser en sangre, lágrimas, semen y saliva solo uno... Es tal el deseo y tan ingobernable. "¡Oh, pureza!" clamaba Rimbaud, como yo clamo. ¿Habrá perdón para mi alma?
Ya habrá advertido que he guardado la ira y la soberbia para el final. El primero porque es el más doloroso y tal vez sirva, en parte, para purgar mi penitencia. Lo que sucede es que cuando mi personaje o mi poema no responde, no crece, no se desprende de mí y adquiere vida propia, siento al desgarro de la cólera estallar en furia, gritos, llanto... y rompo originales, destierro páginas completas, incinero el trabajo de meses y caigo presa en tamaño hermetismo que soy capaz de vagar violenta y sola, y en esto hago especial mea culpa, hasta que todo lo demás desaparezca, incluso mis otros hijos, los de la carne.
El segundo, en cambio, es el más terrible. Sólo se manifiesta si la obra creadora llega a su fin; y si se concreta, no existe sino el éxtasis y por qué no ponerlo con todas las letras: me siento Dios y, en mi infinita soberbia, creo que mi obra y Él y yo somos uno, Padre; y nos exhibimos, obligando a los otros, lectores y orejas pacientes de recitales poéticos a compartir nuestras impudicias, como si tuviéramos algo que decir, algún don que nos hace dignos de ser oídos. Y creemos que lo hacemos por el arte, ¿le parece a Usted?, por la cultura... Me da risa.
A medida que escribo esto, Padre, es como si lo estuviera viendo menear la cabeza "Pobre criatura humana -dirá--, es tan débil como sus mentiras. " ¿Verdad? Pero yo sé que le estoy mintiendo también a Usted, no sólo a ellos que creen que el escritor es una especie de héroe neoclásico con mil odiseas sobre los hombros, un enajenado que se agita en estado violento o quizá aquel profeta olvidado que sin embargo tiene algo para revelar... ¡Es mentira!
Reconózcalo Padre, la culpa es de ellos. Al fin y al cabo ¿a quién le interesa si los lugares que invento en realidad no existen si puedo hacérselos ver? O que Usted sea sólo una ocurrencia y esta confesión, un fraude. Ah, eso sí, les encanta creer en ese amor que me desgarra, ese chisme, esa vida tormentosa y arriesgada a la que ellos no se animan... En eso sí... Tampoco les importa cuánto duela -salvo a tía Elisa a quien al mostrarle mi primer poema galardonado me respondió: "¡Ay, nena, qué mal debés estar!" O al imbécil que hizo un ensayo poniendo en duda mi sexualidad porque había escrito en "Invierta un Hijo" desde un yo masculino. Y ¿qué pretendía? ¿Que inventara otra Juana de Arco para escribir como mujer-soldado en la guerra de Malvinas?-. Vamos, no sea ingenuo...
Miento, pero miento porque la gente me necesita, porque no todos tienen la suerte de trasmutarse, de sentir la mordedura de la sociedad y sangrar, de no hacerle caso al miedo y decir lo que otros no se atreven ...Yeso es horrible. Es como si la vida les pasara de costado y la miraran de lejos. Y si la sienten y no pueden hacerse grito, peor aún... Alguien debe hablar, denunciar, burlarse del espíritu de la época. Tal vez, Padre, yo no tenga derecho a callar. ¿Ha visto Usted alguna vez los ojos de los mudos? ¿Los ojos de un torturado con mordaza?
Pensará que engaño y es cierto; pero ¿qué importancia puede tener que mi alma se pierda si existe un lector que llora, ríe, o enmudece con lo que yo le cuento, miento y solo, sólo por unos minutos, se le mueve algo...? Yo no inventé nada nuevo, apenas otro disfraz de voces para la misma historia repetida. El que lee, elige y si alguien llegara a elegirme, tal vez valdría la pena dar la vida por los amigos.
No sé si esta confesión por escrito será válida y si Usted, Padre, en nombre del Verbo hecho Carne podrá de esta forma darme la absolución, pero ya no la necesito; como diría Cortázar, me siento exorcizada, he vomitado a mis monstruos, he escrito otra mentira y no me importa. Existen mentiras que valen la pena, aunque nos condenen... Porque tengo hijos y quiero que puedan seguir escribiendo cartas verdaderas a un Papá Noel de mentira, y que siempre exista alguien dispuesto a meterse en el cuerpo de otro, a andar a tientas en la noche e inmolarse para que sus caras se llenen de risas y de bicicletas ya nosotros de lágrimas los ojos, Padre. ¿O acaso Usted no cree?
Disculpe, no sé si estaré cometiendo un sacrilegio y con esta carta, firmando mi pase a la gehena, pero no puedo "prometer firmemente no pecar más". Tal vez sea verdad que cargo con la maldición de la palabra y sólo pueda seguir escribiendo.
En su Nombre, el del Verbo y el del Espíritu de la Palabra. Amén

Humildemente

Marcela Predieri
(Mujer que escribe)

HAY QUE ENSUCIARSE LOS OJOS

HAY QUE ENSUCIARSE LOS OJOS

Hay que ensuciarse los ojos
y ver sus cuellos que se arquean
a abrasar la muerte

Hay que mirarlos
como árboles amarrados a sus huérfanos
entre el polvo y las barajas

A ellos
de hembra alguna
que tienen precio de orgía
y besan en el agua
las huellas del deseo que saben mutilar
que sólo conocen la lengua de su espejo

que no pueden evitar
ser soga de mendiga colgada a sus monedas
pan en la boca de un tigre
nudillos al borde de no importa qué
plegaria manoseada

Hay que saber desnudarles el pellejo
sepultar sus rodillas
masticarlos como a hostias
desgastarlos como a un centavo ciego
y dejarlos inmóviles de tiempo
para ver lo que esconde la sepultura de sus cejas
y descubrir por fin
que lloran como cualquier mortal
y que como a cualquier mortal
la madre los traiciona

Y serán tan bellos cuando lloren
cuando los veamos morder
con oficio de Dios
ese miedo de pájaro a subirse a los ojos de los gatos
mientras yo los araño

MARCELA PREDIERI
Mar del Plata - Argentina